El día 6 de agosto de 2015, después de la presentación de la encíclica Laudato sì a los medios de comunicación, el papa Francisco, acogiendo las sugerencias del Metropolita Joannis de Pérgamo, representante del patriarca ecuménico Bartolomé, instituía la Jornada Mundial de Oración por el cuidado de la creación.
Esta jornada, que se celebra el día 1 de septiembre, fecha en la que ya la celebraban los hermanos ortodoxos, hemos de vivirla como una gozosa oportunidad para dar testimonio de la creciente comunión entre todas las Iglesias cristianas. Aunque, con algunos matices, todos los cristianos afrontamos idénticos desafíos, a los que debemos dar respuestas comunes, si queremos ser más eficaces y creíbles.
Con la celebración de esta Jornada Mundial de Oración, comienza el Tiempo de la Creación, que tendrá su punto más álgido el día 4 de octubre, memoria de San Francisco de Asís. Durante este tiempo de gracia, los cristianos hemos de renovar nuestra fe en Dios Creador, orando confiadamente por el cuidado de la casa común y proponiendo acciones concretas para la defensa de la naturaleza. Todos tenemos la responsabilidad de orar y cuidar la creación de forma responsable “para que los bienes del planeta no sean saqueados, sino que se compartan de manera justa y respetuosa”.
Además, la celebración de esta jornada ofrece a cada creyente y a las comunidades cristianas la posibilidad de renovar la adhesión personal a la propia vocación de custodios de la creación, elevando la acción de gracias a Dios por la maravillosa obra que ha confiado a nuestro cuidado, invocando su ayuda para la protección de la creación y suplicando su misericordia por los pecados cometidos contra el mundo en que vivimos.
Para los cristianos, el cultivo de la naturaleza y el cuidado de la casa común no tienen su fundamento en las ideologías del momento ni en el voluntarismo, sino en la experiencia y acogida del amor gratuito e incondicional de nuestro Dios. Nos sabemos parte de la naturaleza y somos conscientes de nuestra limitación, pero caminamos y actuamos guiados por la Palabra de Dios y por la fuerza del Espíritu Santo, con la firme esperanza de que estamos llamados a participar de unos cielos nuevos y de una nueva tierra.
Ante las constantes amenazas que experimenta la casa común, hemos de escuchar el clamor de los más pobres del mundo y los gemidos de la creación que espera su liberación. Así llegaremos a comprender que formamos parte de un mismo hogar y que, desde la comunión fraterna entre todos, hemos de buscar las respuestas más adecuadas para afrontar con esperanza las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de millones de hermanos y en el sufrimiento de los excluidos.
Con mi sincero afecto, feliz Tiempo de la Creación.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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