Desde el día 18 al 25 de enero celebramos en la Iglesia la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. En medio de las divisiones sociales y religiosas, todos los cristianos somos convocados a invocar al Señor para que nos conceda el don de la unidad y nos ayude a superar las divisiones que nos impiden dar testimonio de la vivencia de la fraternidad entre todos los hijos de un mismo Padre.
La oración, que es el alma del movimiento ecuménico, es también un medio privilegiado para la búsqueda de la unidad de todos los cristianos. Del mismo modo que el alma da vida al cuerpo, así la oración da vida, coherencia y plenitud de sentido al movimiento ecuménico. Por eso, la oración con los cristianos de otras confesiones, además de ser siempre un encuentro gozoso con otros hermanos, afianza también nuestra esperanza de alcanzar un día la deseada unidad pedida por Jesús para quienes creemos en él.
Pero, además de la súplica confiada a Dios para que nos conceda la gracia de superar las divisiones y enfrentamientos entre nosotros, el lema elegido para la celebración de este año, “Haz el bien; busca la justicia” (Is 1, 17), nos recuerda que la oración tiene que impulsarnos a trabajar por la instauración de la justicia en el mundo. Las palabras pronunciadas por el profeta Isaías gozan de plena actualidad y son una invitación a revisar nuestra actuación con los demás, especialmente, con los más desfavorecidos.
Los cristianos, renunciando al pecado, somos convocados por el único Señor a trabajar por la justicia y por el bien de todos los seres humanos. Pero la justicia no puede fundamentarse en criterios humanos y personales, sino en todo lo que agrada a Dios y es expresión de su voluntad. Esto quiere decir que cada día somos convocados a la acogida de los necesitados, a la escucha de quienes no tienen voz en la sociedad y a la curación de las heridas de los caídos en el camino de la vida.
En la medida en que vayamos asumiendo estos criterios y virtudes en los comportamientos con nuestros semejantes, estaremos en condiciones de reconocer en el otro a un hermano que espera nuestra ayuda y comprensión. En este sentido, no debemos olvidar que una de las formas más eficaces de favorecer e impulsar la unidad entre los cristianos consiste en trabajar juntos por la justicia, cooperando así en acciones que hagan patente el deseo de paz y de unidad que brota de la fe en Jesucristo.
Meditemos juntos la palabra de Dios para que su luz nos ayude a reconocer a los hermanos que esperan y necesitan nuestra solidaridad. Oremos por la unidad de todos los cristianos, escuchemos el clamor de los marginados y defendamos a los oprimidos y marginados de la sociedad para que puedan vivir en paz y con justicia.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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