El día 23 de junio, la Iglesia celebra la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. El lema elegido por el Santo Padre para la celebración de este día invita a proclamar, en comunión con la Santísima Virgen, que “la misericordia de Dios llega a sus fieles de generación en generación” (Lc 1, 50). Con este lema, el papa Francisco pretende unir la Jornada de los Abuelos con la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Lisboa en agosto.
Los abuelos y las personas mayores, por la sabiduría acumulada como consecuencia del paso de los años y por su experiencia creyente, están desempeñando un papel insustituible en la transmisión de la fe a sus nietos, especialmente en los países que han sufrido las consecuencias de la secularización. Ellos han experimentado la misericordia de Dios y quieren compartir esta experiencia, especialmente, con los suyos.
En los países secularizados, en los que cunde la indiferencia religiosa, muchos padres ya no tienen la experiencia creyente y la formación cristiana necesarias para transmitir la fe a sus hijos. Los abuelos, sin embargo, sí tienen la fe viva en el Dios de la misericordia para poder ofrecerla a todos los miembros de la familia. Ellos son “el eslabón” necesario para educar a niños y jóvenes en la fe, que ellos viven y que desearían que sus hijos y nietos viviesen también para encontrar plenitud de sentido a su existencia.
La Iglesia, consciente de esta realidad, tendría que prestar una especial atención en su acción pastoral a la integración de los abuelos y de las personas mayores en la iniciación cristiana y en la formación integral de sus nietos. Los mayores no solo son personas a las que estamos llamados a ayudar y proteger para que crezcan en la identificación con Jesucristo, sino que hemos de verlos como verdaderos actores y testigos privilegiados del amor misericordioso y fiel de Dios en una pastoral verdaderamente evangelizadora.
Esto quiere decir que no podemos dejar de revisar la acción pastoral con los ancianos, pues la llamada a la santidad y a la perfección en el amor es para todos los miembros del Pueblo de Dios. Es más, las personas mayores, con sus necesidades y derechos, han de estar siempre en el centro de nuestra atención y de nuestras preocupaciones pastorales, como expresión de progreso, de civilización y de auténtica vivencia cristiana.
Al mismo tiempo que cuidamos la atención espiritual a los abuelos, hemos de recordar a los niños y jóvenes que no los dejen solos, que los visiten y escuchen, pues no puede haber un auténtico crecimiento humano y una verdadera formación cristiana sin un contacto y relación afectiva con los ancianos. Su propia existencia, sus renuncias y capacidad de sacrificio son como libros abiertos, en los que las generaciones más jóvenes pueden encontrar indicaciones adecuadas y precisas para descubrir la misericordia de Dios y para darle una nueva orientación a sus vidas.
Con mi bendición, feliz día de los abuelos.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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