El Sínodo Diocesano pretende dar un nuevo impulso a la participación de los presbíteros, consagrados y fieles laicos en la acción evangelizadora de la Iglesia diocesana. En virtud del sacramento del bautismo, cada cristiano, de acuerdo con la propia vocación, no puede eludir su responsabilidad en los proyectos evangelizadores de la diócesis ni de la parroquia, asumiendo también con gozo el compromiso apostólico en la vida pública.
Esta misión confiada por el Señor a cada bautizado no es posible llevarla a cabo sin contar con los demás, pues todos hemos sido constituidos hijos de un mismo Padre y miembros vivos de la comunidad cristiana. Por eso, el papa Francisco nos decía en el discurso con ocasión del 50 aniversario del Sínodo de los Obispos que “el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”.
La sinodalidad, que consiste en el trabajo pastoral junto a los hermanos, hemos de vivirla y concretarla cada día en la programación y en la acción pastoral de las comunidades parroquiales, teniendo en cuenta los objetivos pastorales de la diócesis. Las rápidas transformaciones sociales y culturales nos obligan a repensar constantemente la evangelización, asumiendo la urgencia de la renovación espiritual y de la conversión pastoral para mostrar a Jesucristo al hombre de hoy.
En teoría, todos estamos convencidos de que en la misión y en la realización de la actividad pastoral hemos de actuar siempre desde la comunión con Dios y con los hermanos, pero, en ocasiones, podemos olvidar que estas exigencias para el impulso de la evangelización no tienen su origen en nosotros y en nuestros deseos, sino en la acción del Espíritu Santo. Él nos mantiene íntimamente unidos a Jesucristo para que hagamos el bien y para que podamos curar las heridas de los hermanos.
Con la finalidad de que no olvidemos nunca la necesidad de contar con la gracia de Dios y con los dones del Espíritu Santo para proseguir los trabajos sinodales, hemos convocado una jornada de oración en toda la diócesis para el día 22 de abril. Este día, los fieles de cada comunidad parroquial, además de seguir pidiendo a Dios por los frutos espirituales del Sínodo Diocesano, deben preguntarse también ante el Señor por la vivencia de la comunión, por la participación en los trabajos sinodales y por la búsqueda de nuevos caminos para impulsar la evangelización.
Si no hacemos esta revisión y abandonamos la oración, el sínodo puede llegar a ser la expresión de los intereses de cada grupo, pero no será la manifestación del querer de Dios. La auténtica sinodalidad consiste siempre en evangelizar en armonía con los hermanos bajo el impulso del Espíritu Santo. La apertura a la acción del Espíritu en la oración nos impulsará a salir confiados a la misión para llegar hasta las últimas periferias.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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