La contemplación de la realidad pone al descubierto que vivimos tiempos en los que el relativismo y subjetivismo afectan a las manifestaciones y comportamientos de muchos hermanos. Para afrontar esta realidad hemos de revisar nuestra fe y vivirla en comunidad, pues cada cristiano cree con la fe de la Iglesia universal. Esto quiere decir que no se puede seguir a Jesús en solitario, sin referencia a la comunidad.
En la comunidad cristiana podemos hacer frente al subjetivismo y al individualismo al tener la oportunidad de contrastar nuestra fe con la de los hermanos y al experimentar el testimonio y el acompañamiento de los demás creyentes. Nuestra fe para crecer y madurar necesita el calor y el apoyo de la comunidad o del grupo eclesial.
Si, en otros tiempos, hemos vivido la fe casi sin referencia a los demás, en estos momentos necesitamos vivirla en comunidades reales, en las que la fe sea comentada, celebrada y compartida. En esta vivencia comunitaria de la fe, no deberíamos olvidar nunca que el centro de la misma deben ocuparlo Jesucristo y los hermanos que necesitan nuestro testimonio para descubrirla y madurarla.
Hemos de tener esto muy presente pues, en ocasiones, las polémicas y discusiones sobre la Iglesia han podido centrar demasiado nuestra atención en ella. Ante los comentarios sobre la vida de la Iglesia, todos corremos el riesgo de hablar demasiado de ella y poco de Dios. Cuando estamos demasiado centrados en la Iglesia, podemos llegar a perder la ilusión por el anuncio y la extensión del Evangelio.
En la actualidad, el papa Francisco no cesa de recordar a todos los bautizados que hemos de salir sin miedo y con decisión a anunciar y a dar testimonio del Evangelio hasta las últimas periferias humanas. En ocasiones, esas periferias no están lejos de nosotros. Podemos descubrirlas en nuestra familia o en nuestras comunidades parroquiales.
Para responder a esta invitación del Papa, es preciso que renovemos nuestra fe y recuperemos el ardor misionero de las primeras comunidades cristianas. Esto quiere decir que hemos de alimentar constantemente nuestra relación con Dios en la oración, en la participación de los sacramentos y en la formación cristiana.
Aunque en teoría todos sabemos que esto es así, en la práctica nos cuesta dedicarle el tiempo necesario. No dejemos de buscar estos espacios para la escucha y para la acción de gracias al Señor en nuestra vida diaria. En ello nos jugamos el seguimiento gozoso de Jesucristo y el cumplimiento de la misión evangelizadora de la Iglesia.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de comunicados, cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.