El Concilio Vaticano II, con la promulgación de la Constitución Dogmática Dei Verbum, dio un gran impulso al redescubrimiento de la palabra de Dios. En continuidad con las enseñanzas conciliares, el papa Benedicto XVI publicaba la exhortación apostólica Verbum Domini después de la celebración del Sínodo de los Obispos de 2008. Esta exhortación desarrolla la importancia de la palabra en la vida y misión de la Iglesia.
El texto del papa Benedicto nos recuerda a todos los bautizados la importancia que hemos de dar en los distintos momentos de la existencia a la Sagrada Escritura, pues la fe, que es un don de Dios a cada ser humano, proviene de la escucha y esta ha de centrarse especialmente en la acogida y meditación de la palabra, tanto en las celebraciones litúrgicas como en la reflexión y oración personal.
Teniendo en cuenta esta centralidad de la palabra para todos los cristianos, las enseñanzas de la Iglesia invitan especialmente a los catequistas a renovarse constantemente mediante la familiaridad con la Sagrada Escritura. De este modo, podrán ayudar a niños, jóvenes y adultos a descubrir en la catequesis la importancia de la fe y a establecer un verdadero diálogo con Dios, que nos habla a través de su palabra.
Los temas preparados para el diálogo y la reflexión de los grupos sinodales, como no podía ser de otra forma, están fundamentados en la palabra de Dios y en el magisterio de la Iglesia. Esta centralidad de las enseñanzas divinas tiene que iluminar los diálogos y las aportaciones de los miembros de los grupos sinodales para que el querer de Dios prevalezca sobre nuestros criterios y gustos personales.
Pero, además, la escucha y meditación de la palabra de Dios nos obliga a preguntarnos siempre por la vivencia de la caridad. En la revelación descubrimos constantemente el amor misericordioso del Padre, que nos pide que vivamos la caridad con nuestros semejantes. De hecho, la vida de Jesús es la expresión más perfecta del amor, que no se reserva nada para sí mismo, sino que se ofrece incondicionalmente a todos.
Esto nos recuerda que la acogida de la palabra de Dios en la mente y en el corazón es el gran reto para todos los bautizados, que hemos de concretar el amor misericordioso del Padre en los distintos momentos de la existencia. La meditación de la Sagrada Escritura nos saca de nosotros mismos y nos ayuda a superar el individualismo para asumir el camino de la caridad, trazado por Jesús desde su entrada en este mundo.
En este camino de la escucha y de la vivencia de la solidaridad con nuestros semejantes, nos acompaña siempre la Santísima Virgen. Ella es bienaventurada porque acogió la palabra en su corazón y porque creyó en lo que Dios le había dicho por medio del ángel. Que María nos enseñe a confiar en Dios y a escuchar a Jesús, que llama suavemente a la puerta de nuestro corazón para que le dejemos entrar y ser nuestro amigo. Con mi cordial saludo y bendición, feliz día del Señor
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Monseñor Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza Guadalajara
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