La crisis económica, laboral y social que experimentamos en estos momentos como consecuencia de la propagación del Covid 19 está hipotecando el presente y el futuro de adultos, jóvenes y niños. La constatación de esta realidad nos obliga a todos a buscar el bien común, a practicar la cultura del encuentro y a fomentar la solidaridad, en vez de actuar desde planteamientos que favorecen el descarte y la indiferencia.
La cultura del encuentro tiene que ayudarnos a pensar y actuar desde criterios objetivos, a practicar el diálogo en la búsqueda de la verdad y a plantear con realismo los problemas que afectan a las personas, con las que convivimos, para ofrecer soluciones posibles y no imaginarias a los mismos. La cerrazón sobre nosotros mismos, la defensa a ultranza de las ideologías y la búsqueda de los intereses personales solo nos conducen a la destrucción personal, al individualismo y al fracaso social.
El encuentro con los hermanos, mediante el diálogo sincero, a pesar de las legítimas diferencias, es el camino adecuado para la gestación de una nueva mentalidad cultural y, por tanto, para unos nuevos planteamientos económicos, sociales y políticos. Si nos mantenemos en una visión teórica e individualista, será imposible asumir los retos actuales, pues las acciones personales y comunitarias sin una mística que las anime y sin unos móviles interiores que les den sentido serán irrealizables.
Esto quiere decir que, ante la actual crisis educativa, es preciso impulsar una educación que ayude a las personas a descubrir que los planteamientos evangélicos y las enseñanzas cristianas no están al margen de la realidad, pues la fe cristiana nos recuerda que Dios existe, que nos ama hasta entregar a su Hijo por nuestra salvación y que desea establecer un diálogo amoroso con nosotros.
Cada día es más urgente y necesario hacer comprender a las jóvenes generaciones que la religión no se fija únicamente en la asimilación de unos contenidos doctrinales ni en la práctica individualista de las propias convicciones religiosas. La fe cristiana genera comunidad y comunión entre las personas, favorece el encuentro con el hermano, hace posible escuchar sus dolores, nos une a los enfermos, a los marginados de la sociedad y a cuantos se ven sometidos al sufrimiento.
La fe en Jesucristo y una buena formación religiosa son necesarias para que niños, jóvenes y adultos puedan descubrir el verdadero sentido de la vida, perciban la relación esencial entre libertad y verdad y actúen desde la solidaridad con sus semejantes. El verdadero conocimiento de la fe cristiana y su vivencia une a las personas en la formación de comunidades y en la búsqueda de la verdad, ayudando así a superar las divisiones, el olvido y la indiferencia ante los hermanos.
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.