En nuestros días somos testigos de los profundos cambios sociales, culturales y económicos, que afectan de diversos modos la conducta y los comportamientos de muchos seres humanos. Ante la profundidad y hondura de estos cambios, muchos están convencidos de que estamos ante un cambio de época.
Por otra parte, la contemplación de la realidad nos presenta una profunda crisis religiosa que afecta a muchos países del mundo, pero de un modo especial a Occidente. Muchos hermanos sin argumentos convincentes y sin razones aparentes se alejan de Dios, dejan de relacionarse con Él, de darle gracias y de pedir su ayuda.
Los cristianos, ante esta situación de crisis, que afecta a tantos hermanos, no podemos cerrar los ojos ni mirar para otro lado. El Señor nos invita a actuar con lucidez para afrontar estos tiempos de forma responsable, siendo realistas, esperando las dificultades y contando con las luchas de cada día.
En medio de esta realidad de crisis y de desconcierto religioso, suelen aparecer falsos profetas que nos proponen respuestas religiosas ingenuas o que nos presentan nuevos caminos para alcanzar la felicidad y la salvación eterna. Ante estas nuevas proposiciones, Jesús nos invitará a no dejarnos arrastrar ingenuamente por los falsos profetas y a no aceptar mensajes contrarios al Evangelio.
Ante esta nueva situación, no debemos dejar de orar para escuchar cada día la voz de Dios ni podemos dejar de asumir nuestra responsabilidad, pues el Señor nunca nos pedirá nada que supere nuestra capacidad. Incluso en aquellos ambientes, en los que seamos rechazados o despreciados, el Señor nos concederá palabras y sabiduría para responder siempre con criterios evangélicos. Los tiempos difíciles no son tiempos para quedarnos en lamentaciones, sino para ofrecer un testimonio lúcido y convincente de Jesucristo. En medio de las dificultades, hemos de pararnos a escuchar la invitación del Señor a ser testigos valientes y humildes de Dios y de su mensaje de salvación. Esto quiere decir que, en todo momento, hemos de pedir y practicar la paciencia y la compasión, acogiendo también a quien nos desprecia.
Con mi bendición, feliz día del Señor
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
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