La medicina tiene como objetivo la curación de las personas que, en algún momento de su vida, experimentan la enfermedad. Pero, también es propio de la medicina el cuidar, aliviar y consolar a los pacientes, especialmente cuando se encuentran ante el final de la vida, pues no hay enfermos “incuidables”, aunque algunos sean “incurables”.
Si tenemos en cuenta estos aspectos de la medicina, parece evidente que, en vez de dar los pasos necesarios para la aprobación legal de la eutanasia, sería muy conveniente y urgente que se impulsase la tramitación de una ley de cuidados paliativos. Con la aplicación de estos cuidados a los enfermos terminales, como confirma la experiencia de otros países, se podrían ofrecer respuestas adecuadas a las necesidades de aquellos pacientes que, en la actualidad, no están debidamente atendidas.
Los cuidados paliativos, aplicados a los enfermos terminales con la colaboración directa de los profesionales de la salud y con la cooperación de sus familiares o de las personas que cuidan de ellos en los centros en los que están ingresados, son siempre un instrumento precioso y eficaz para acompañarlos en las fases más dolorosas, crónicas y terminales de la enfermedad.
Por eso, ante las leyes que legitiman –bajo cualquier forma de asistencia médica– la eutanasia o el suicidio asistido, es preciso negar siempre cualquier cooperación formal o material inmediata. Nunca es lícito ser cómplice en la realización de estas acciones inmorales con palabras, obras u omisiones, pues en la enfermedad el verdadero derecho es siempre el del enfermo a ser acompañado y cuidado con humanidad. Sólo así se custodia su dignidad hasta que llegue el momento de la muerte natural.
Los cristianos, en estas situaciones, tenemos la oportunidad de dar testimonio de nuestra fe y de nuestro respeto escrupuloso a la dignidad de toda persona, especialmente en los momentos de debilidad y enfermedad. Así mismo, podemos ayudar a entender a nuestros semejantes que en verdad no existe un derecho al suicidio asistido, sino que el auténtico derecho consiste en la protección de la vida y en la coexistencia amorosa entre todos los seres humanos para ayudarles a vivir con paz y dignidad cada momento de su existencia sin causarles la muerte.
En este sentido, son muy iluminadoras las enseñanzas del Pontificio Consejo para los agentes sanitarios cuando se dirige especialmente a las personas que se dedican al acompañamiento y cuidado de los enfermos: “Ningún agente sanitario puede erigirse en tutor ejecutivo de un derecho inexistente, aun cuando la eutanasia fuese solicitada con plena conciencia por el sujeto interesado” (n.15).
Con mi sincero afecto y bendición, feliz día del Señor.
Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
NOTA DE LA REDACCIÓN: EL HERALDO DEL HENARES acepta el envío de cartas y artículos de opinión para ser publicados en el diario, sin que comparta necesariamente el contenido de las opiniones ajenas, que son responsabilidad única de su autor, por lo que las mismas no son corregidas ni apostilladas.
EL HERALDO DEL HENARES se reserva la posibilidad de rechazar dichos textos cuando no cumplan unos requisitos mínimos de respeto a los demás lectores o contravengan las leyes vigentes.