Hace unos días, un lector de este decente, humilde y honrado periódico, daba las gracias al virus por matar a un fulano de cuyo nombre no quiero acordarme.
Ídem para mí en cuanto a programas musicales de televisión respecta.
Me explico:
Concursos como La Voz.
Nada más pensar que tan pronto el bicho se vaya o que con la vacuna tan esperada no nos enferme, las tripas se me revuelven cuando a grabar y emitirse vuelvan dichos realitys.
Me explico mejor por lo de Ídem:
Gracias virus por darnos un respiro y descanso a ojos y oídos con semejantes bufonadas, fantochadas y cantinfladas televisivas.
Dentro de unas semanas, en Junio, el día 6, se cumplirán 76 años del desembarco de Normandía.
Los aliados lanzaron unos 500 paracaidistas de tela, paja y arena horas antes de la mayor ofensiva anfibia de la historia.
No se preocupen, no les hablaré de guerra.
Soy cuáquero (objetor de conciencia) y también la guerra me aburre. Sigo.
A unos cuantos kilómetros del desembarco y sendos lados de susodicho, del cielo cayeron arrojados por los buenos, estos muñecos – engaño para despistar y alejar de la zona en cuestión a los alemanes (los malos) .
Los bautizaron con el nombre de Ruperto.
Los malos cayeron en la trampa y fue un tiempo preciso y precioso para los buenos.
Los Rupertos fueron un engaño que valió para mucho.
Pues eso son desde el primero hasta el último responsable de La Voz: Rupertos.
Aunque con una mayúscula y notable diferencia: estos no valen ni sirven absolutamente para nada.
Rupertos sentados en un sillón de espaldas al incauto e infeliz de turno o ingenuo y pobre niño, que escuchan cómo “COACH” las voces de ilusos corderitos.
Rupertos que pulsan un botón para darle el visto bueno a su ovejita.
Y con tanto manotazo, mientras tanto entre bambalinas, los familiares de los concursantes, acompañados y arropados por otro Ruperto, estallan en lágrimas.
¡¡Ay qué alegria!!
¡¡Qué entusiasmo y algarabía!!
Vuelve a pulsar el botón otro COACH, perdón, otro Ruperto.
¡¡Ya van dos!!
Vocifera el Ruperto que acompaña al padre, a la madre, al hermano, a la novia.
La abuela también está allí.
Ella saca un pañuelo y seca de nuevo sus lágrimas.
Dos botones más.
Los cuatro Rupertos se han dado la vuelta.
Más lágrimas.
El Ruperto abraza a la madre, el padre al hijo y el hermano a la novia, al cuñado o yo qué sé.
Llega la hora de disputarse la oveja.
¡¡Vente conmigo!!
¡¡No hagas caso, vente conmigo!!
¡¡No, conmigo estarás mejor!!
La pobre oveja no sabe a quién mirar y escuchar.
¡¡Ay, ay!! sollozan la abuela y la madre llorando, y el Rupertito las sigue calmando.
Je,je,je, esto se va pareciendo a Molliére. Continúo.
La ovejita por fin resuelve su destino con el pastor, perdón, COACH, perdón, Ruperto que le ha prometido el oro y el moro: ¡¡Contigo me voy!!
¿Adónde?
Pues ya les digo yo que a ningún sitio serio y profesional.
Sí, en cambio, engordarán estos corderitos a la audiencia.
Más audiencia, más dinero.
Más lágrimas, más audiencia.
Lágrimas por una carrera cual de una graduación universitaria se tratase. Por favor, no me hagan reír, aunque los Rupertos a la ovejita y familiares hagan llorar.
Lo dicho:
Gracias virus por despojarme hasta que te vayas de basureros llamados Rupertos.
Dr.Fusa, ‘catedrático’ musical
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