La mierda es para muchos y el lujo para pocos.
La Música es vida, Music is life en inglés.
Seguramente para algún diputado, actores y músicos somos títeres.
Je,je ¿Quién es el ingenuo?
Imaginen un mundo sin música; sería un caos.
Desgraciadamente, la oferta supera con creces a la demanda.
No soy partidario de un Código Hays musical aún sabiendo que el libre albedrío destroza y aniquila a mi amada por momentos y cada instante.
No reprocho y tampoco me resigno con “Got Talent, Operación Triunfo, La Voz” y no se que puta mierda más.
El músico no nace, se hace.
Nacemos obreros para trabajar, estudiar, investigar y llenarnos de armonía y devoción, sacrificio y tesón.
La aptitud cuenta, pero mucho más la actitud.
Hoy en día mi desvalida y abandonada música se ha convertido en una ramera a quien hacen acostarse con cualquiera.
Hace tiempo que flirtea con todo quisqui, alimentada de likes y grabaciones hechas y pesadas al kilo.
Para que se hagan una idea “la Macarena y el Despacito” tienen más likes y visualizaciones (millones) que “Canción de Amor” (apenas 90.000) de Paco de Lucía.
Qué triste.
Como diría un personaje allegado:
¿En qué te gastas los cuartos?
Yo les digo:
¿En qué se gastan los datos, la batería y el wifi de su móvil?
Pedorros y mequetrefes se congratulan y mofan de sus éxitos a costa de borregos y oídos sordos, desde “Los del río” hasta “Paquirrín”.
Dando lugar al abandono y desidia musical y sobrecogedora desesperación en miles de músicos y bandas que jamás tendrán la oportunidad de ser costeados, producidos, promocionados y financiados al nivel de los furrielas de turno.
Corren malos tiempos para ella.
Algunos dirán que ahora no es importante, pero siempre recurrimos a su ayuda, terapia, paz, diversión y mil y una cosas más.
Indómita y a la vez tan flexible que nos hace recapacitar incólumes en sendas direcciones.
Todo huele y suena a música.
El tono de llamada de su teléfono o aviso de WhatsApp.
Hasta un ludópata se cerciora con la musiquilla de las fresas o los diamantes.
El bramido de un barco antes de zarpar, el Partido Popular y Mercadona con su jodida y pegadiza sintonía.
La del turrón y lotería en navidad, las campanas de la iglesia tocando horas exactas, cuartos o a muerto.
El reloj de la plaza y el gorgoteo de la cafetera.
El violín y acordeón de un indigente en el parque y el canto de un pájaro en el campo.
Absolutamente todo está condicionado en nuestras vidas por ella.
Hasta el silencio, al cual últimamente adoro.
No malgasten el precioso y preciado tiempo torturando a sus oídos.
Una famosa universidad norteamericana concluyó que de los 5 sentidos el oído es el más importante.
Estoy de acuerdo.
¿Qué sería de un ciego sordo?
O pregúntenle a un sordo mudo cuál de los sentidos preferiría tener.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la devastada Europa se regía por las sirenas anunciadoras de ataques aéreos.
Era un sonido infernal pero salvador.
¿Acaso se celebran fiestas o verbenas sin ella?
Recorro una distancia considerable en mi coche, ¿qué hago?
Me sumerjo en el placentero auxilio de la radio.
Tareas domésticas o preparación de una sabrosa ensaladilla rusa.
¿A quién acudo?
Ya ven, hasta la puta C.I.A se ampara en ella para sus interrogatorios con música Metal o de Barrio Sésamo.
Vale para todo y para todo se utiliza.
Pongan una sensual canción de Barry White y hagan el amor.
Encomiende a su ganado mientras coma o duerma a Debussy.
Practiquen deporte con Survivor o Robert Tepper, y Yoga y meditación con Max Richter.
Lean a Delibes o Balzac con Vivaldi.
Transmitan a sus oídos complementos mentales y naturales sin necesidad de engordar a la industria farmacéutica.
Forjen de exquisitas y gustosas melodías y sintonías a su pabellón, tímpano, martillo, yunque, estribo, vestíbulo, trompa de Eustaquio y nervio auditivo.
Todos estos componentes se lo agradecerán si usted llega a ser octogenario.
Porque oído y mente van cogidos de la mano como vida y muerte.
Hay gente que desea en el día de su entierro que suene una canción de AC/DC o Julio Iglesias.
Ya ven, hasta después de muertos contamos con ella.
Yo quiero que me incineren y que esparzan mis cenizas en el Mediterraneo mientras la canción compuesta por unos Belgas (Viva España) a la que considero el Himno Español, pueda oírse en 5 kilómetros a la redonda.
Que la voz de Manolo Escobar resuene con alegría y les recuerde que solo se vive una vez.
De momento y hasta ese día, ya que no tengo cojones para hacer buen uso de mis pulmones (soy fumador) lo haré con mis oídos.
Por favor, hagan ustedes lo mismo, trátenlos bien.
Porque ya saben: la mierda es para muchos y el lujo para pocos.
O mejor dicho, el lujo es para todos aquellos que deciden y eligen buscarlo.
Luego mi pregunta es :
¿A qué bando pertenecen?
D.r Fusa, catedrático musical
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