Desde Albacete me desplacé el viernes 12 de febrero para asistir a la Gala que Ecologistas en Acción Guadalajara celebró también este año, tal y como viene haciendo desde hace ya una década. Me llevó allí el deseo de aceptar la invitación de mis compañeros de Equo en esa ciudad. Ellos me habían contado reiteradamente lo significativo del acto para todo el movimiento ecologista de la provincia y de la propia ciudad, pero también sentía curiosidad por comprobar de cerca cómo es posible que tanta gente responda a la convocatoria de una organización ecologista.
Para expresar con palabras lo que me pareció no me sirve un “muy bien”. Declaro que lo vivido reafirma mi confianza en el ser humano y en que otro modelo de sociedad es posible siempre y cuando se concentre un nivel de energía similar al que percibí allí. El evento es posible gracias al trabajo voluntario y desinteresado de mucha gente, incluidos los artistas, los presentadores, etc.
Ecologistas en Acción tiene 20 años de existencia y de lucha por el medio ambiente en España. En Guadalajara decidieron que cada año harían participe de sus objetivos a toda la población a través de un acto lúdico, musical y festivo. De esta manera año tras año consiguen que cada vez más gente responda a su convocatoria.
No es posible permanecer indiferente ante el hecho de que más de 700 personas compraran su entrada al Buero Vallejo no sólo para disfrutar del espectáculo sino también para compartir los pronunciamientos de la organización, y si no los comparten, por lo menos ponen sus oídos a los mensajes que en reiteradas ocasiones la organización aprovecha para transmitir, porque el foro es idóneo. Se lanzan mensajes de reflexión, de denuncia, de complacencia en algunos casos; con muy buen criterio los organizadores alternan el buen humor y la música para trasladar al auditorio una idea: que sólo tenemos un planeta y que hay que cuidarlo.
Con semejante respuesta de público hay algo que me llamó la atención y fue la ausencia de representantes de los equipos de gobierno local, provincial o regional, aunque sí pude compartir con las concejalas de Ahora Guadalajara. Es una pena que aquellos no consideren necesaria su presencia en un acto como este, como si de cualquier otra gala se tratara, y más teniendo en cuenta el amplio respaldo social que recibe. Quisiera entender que, a pesar de estar ausentes, al menos lo respaldan facilitando su celebración en el magnífico espacio del Teatro Buero Vallejo, así se habrá de exigir que siga sucediendo.
Con la entrega de los premios Atila escenifican la ausencia de respuesta de los responsables de malas prácticas ambientales, los que no cuidan el entorno o lo dañan -como el Ayuntamiento de Guadalajara por su falta de atención hacia el arbolado y el zoo de la ciudad-, los que gestionan mal los recursos naturales como el agua o los espacios que les rodean. El Ministerio de Medio Ambiente se llevó la “mención de honor” por su nefasta política hidrológica, pero de igual manera la hubiera merecido la Consejería del mismo ramo, que sigue permitiendo los nocivos efectos causado al medioambiente por el incendio de Chiloeches.
Los reconocimientos a los defensores de la naturaleza llevan nombres de personas que dignifican a la humanidad por su destacado posicionamiento a favor de la ecología: premio Jose Luis Sampedro, premio María José Gallego, premio Ramón Fernández Durán. El primero es de sobra conocido pero los otros dos no; ya se encarga Ecologistas en Acción Guadalajara de divulgar así el ejemplo de dos activistas que les fueron próximos y que dedicaron su vida a mejorar nuestro entorno. Las distinciones de este año fueron para “El Hombre Tardío”, a quien me encantó conocer porque ya sabía de su humor satírico haciendo crítica mordaz de asuntos relacionados con la ecología social. A la Plataforma Regional Stop Macro-Granjas de Cerdos por su defensa al derecho de disfrutar de unos pueblos vivos en toda la región, y al Proyecto Voluntariado Para el Censo y Evaluación del Estado del Lobo Ibérico.
Y si no hubiera sido suficiente el disfrute del espectáculo de la Gala, los organizadores aún ofrecen más: un abundante ágape elaborado con ingredientes ecológicos que contó con la colaboración de empresas pequeñas que apuestan por el producto ecológico y el comercio de cercanía. Es el caso de “El Rincón Lento”, un local multiespacio de Guadalajara dedicado al consumo responsable, la difusión cultural y la creación de tejido social, el “Horno Ecolocal”, un obrador artesano que trabaja con la materia prima de productores locales; y la Familia Ecológica una tienda cuyo nombre lo dice todo.
La gala terminó con un brindis basado en las palabras de Gloria Fuertes “Brindando cotidiano”. En la hoja informativa del evento aparecía esta reseña que no me resisto a transcribir: “Nuestra seña de identidad es el ecologismo social, esto es, nos preocupa tanto el deterioro de la naturaleza como el injusto reparto de la riqueza. En el Planeta hay suficientes recursos como para que todos, humanos y el resto de seres vivos, podamos vivir con dignidad. Pero el mundo no puede soportar la codicia, el despilfarro y el consumo excesivo de una pequeña parte de la humanidad a costa del resto de las personas y del planeta”.
No tengo nada más que añadir, sólo gracias y ¡gracias por existir!
Lola del Olmo, coportavoz de Equo en Castilla-La Mancha y miembro de Ecologistas en Acción de Albacete
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