Penita da ver a los chicos del Coro del Colegio del Coronavirus, de militares algunos y de piojoso más de uno, mientras en la bienpagá tele de turno recitan la lección que acaban de dictarles (Doctor Sánchez dixit) y tratan de convencer al tribunal popular (“nosotros” para nosotros, “la gente” para ellos) de lo bien que se saben la lección y de lo bien que lo hacen todo. Está claro que los Chicos del Coro se creen que el tribunal es de bobos, y que se bastan y sobran para mentir a la gleba ¡Qué tropa!
A Villamayor de Monjardín le llaman en Navarra el pueblo de las tres mentiras; porque ni es villa, ni es mayor, ni tiene jardín. Este es igualmente, pero sin gracia alguna y sí con desvergüenza abundante, el caso del ridículo Coro de los Chicos del Coronavirus. Tres mentiras, bien gordas eso sí, que prueban que, por no saber, estos sabios de todo a cien no saben ni multiplicar o, peor aún: sí que saben y andan mintiendo a lo Manolita Chen.
Primera. El número de afectados. No lo pueden saber, porque no tienen lo preciso para saberlo; porque a los que tienen síntomas los mandan a casa por donde han venido; y porque mucha gente se niega a ir al hospital, porque saben lo que hay y lo temen. Sí, ya sé que el buenismo no opinará igual. Vamos que cualquiera sabe cuántos son los afectados. Solo es verdad, magnífica verdad, que en la fementida mejor sanidad pública del mundo los nuestros luchan, se la juegan y resisten al hispánico modo: con tres cojones ¡Qué gran pueblo, si hubiese buen señor! Por cierto, si todos los datos los dieran los del colegio por cada millón de habitantes, como sería lo normal, podríamos ver la magnitud de nuestro fracaso respecto al resto de las naciones.
Segunda. La mentira del porcentaje. Si un día hubiera cien muertos, eso sería el 100 %; si al día siguiente murieran cien más (doscientos en total) el incremento habido sería del 100 %; si al otro día murieran el doble, doscientos más (cuatrocientos en total), el incremento sería otra vez del 100 % (¡Albricias, el porcentaje se estabiliza!); pero si al día siguiente fueran el triple, trescientos más (setecientos en total), el incremento sería de solo el 75 % (¡Ya hemos superado el pico!), y así el porcentaje seguiría bajando, aunque el número de muertos siguiera acumulándose y subiendo. O estos Chicos del Coro, de tanto dar el cante no van a clase de aritmética, o son gilipollas (hipótesis no descartable) o nos toman por gilipollas a los demás (lo más seguro).
Tercera. Pero la gran mentira es la del piquito ese de la famosa curva, el rollo de la meseta y otras paparruchas con carnavalesco disfraz matemático. De momento, ni síntomas de pico ni síntomas de meseta, pero si un día comienza a descender, cualquiera que haya estudiado mínimamente lo que en la Naturaleza es crecer, sabe que el crecimiento por unidad de tiempo dibuja, más o menos, una campana (crecimiento por unidad de tiempo); pero que el crecimiento medio dibuja otra y que el máximo crecimiento medio en número de muertos a lo largo del periodo completo, se producirá bastante después del decaimiento de la primera campana y que, para que la decadencia de este número máximo se produzca, habrá que esperar por lo menos otro tanto. Con y sin piquito, la meseta está lejos, y la victoria más lejos aún. No cabe vender la piel del oso antes de cazarlo.
Dar esperanza, luchar, asumir el sacrificio, resistir, es una cosa; pero ser ignorante, mentir o las dos cosas a la vez es otra.
¡Venceremos, pero no por este gobierno de colegiales, sino a pesar de ellos!
José Miguel Montoya Oliver, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid
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