En unos años dos tercios de la población mundial vivirá en ciudades, por lo que la manera en la que estas se articulan se debe convertir en prioridad de estudio, y también de trabajo político, no solamente en periodo electoral. Hace unos años la gran discusión se centraba en la ciudad inclusiva o extensiva. La primera, originada en Guadalajara en los años setenta, propugnaba edificación en altura.Nacieron entonces las torres del denominado Plan Sur y del barrio de la Llanilla, con hasta 13 alturas. Esto generaba un barrio autosuficiente: con zonas comerciales en los bajos, restauración, ocio, dotaciones educativas… y se podía hacer lo que se llamaba ‘vida en el barrio’ y con una mayor seguridad al aumentar la interacción de los vecinos. Por el contrario, generaba una alta densidad de población, problemas de circulación, de gestión de residuo por volumen, etc.
A esto se le opuso después, y lo vemos en la expansión norte de nuestra ciudad, la ciudad extensiva: grandes avenidas, aceras, jardines, rodeadas de unifamiliares. Visualmente una ciudad más limpia, sin problemas de aparcamiento, pero que origina unos mayores costes de urbanización que encarece el precio, que es menos sostenible ya que hay más zonas de recogida de residuos, más kilómetros de transporte urbano, más luminarias, más agua para limpieza y riego y lo que era peor, no existían servicios en los unifamiliares y no se podía hacer esas vida de barrio, lo que repercutía en la seguridad y en los obligados desplazamientos de los vecinos a la zona de servicios.
En el s. XXI ambas concepciones deben ser desterradas y tender a la ciudad mixta: una ciudad que sea amplia y sostenible a la vez, combinando zonas en altura moderada, con locales comerciales, donde se pueden prestar servicios al barrio; con zonas de unifamiliares que reducen la densidad de población. Con ello reducimos los costes de urbanización y mantenimiento abaratando la vivienda, y evitamos cargar de impuestos a los vecinos.
Estas zonas de nueva creación deben ser perfectamente permeables con el resto, sobre todo con el casco histórico con buenas vías de acceso y aparcamiento. Es vital también luchar por un casco histórico mixto, que defienda y conserve su Patrimonio (El Alcázar, El Mercado de Abastos, La Cotilla…) pero que a su vez esté lleno de vida. Eso se consigue haciendo una apuesta importante por rehabilitar y dotar de servicios el patrimonio ( vemos demasiado edificio vacío en el centro), cambiando sus usos si es necesario; con una política de previsión (no se pueden sacar los Juzgados del centro sin nada que los sustituya); una buena política de bonificación a los empresarios que se implanten en el centro (por ejemplo a la hora de fijar los costes de las terrazas); y volver a traer residencial al centro a costes razonables, ya que si no hay vida cuando cierran las oficinas tenemos un casco muy histórico, pero muy vacío.
Finalmente, como concejal de este Ayuntamiento debemos exigirnos un plan a medio y largo plazo, que exceda legislaturas y partidos, sin ocurrencias como el mal llamado Eje Cultural, que colapso de circulación una zona entera, sin beneficio aparente para el ciudadano; o los citados Juzgados, o el olvido del Mercado de Abastos; los solares, el olvido de las personas con problemas de movilidad, la seguridad vial donde tienen que ocurrir tragedias para que se actúe, o las interminables discusiones entre la JCCM y el Ayuntamiento sobre patrimonio, que al final pagamos todos.
Alejandro Ruiz, portavoz de Cs en Ayuntamiento de Guadalajara
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