La tierra no tiene dueño, la tierra es de las personas que la trabajan y de las que, además, la respetan y la cuidan.
La estructura agraria.
Las extensiones agrarias cada día van siendo de mayor superficie, estas tierras son un valor intrínseco y de inigualable riqueza, es decir, son una oportunidad, no un problema. El problema de la tierra es la excesiva edad de los propietarios y la falta de sucesores, todo ello en una agricultura latifundista e intensiva. Esto genera desequilibrios en la sociedad rural actual, pues con la maquinaria existente no hace falta mano de obra y los rendimientos se miden más en derechos de la PAC que en la producción real. Por tanto, este uso de la tierra no solo no genera habitantes del mundo rural, sino que los aleja.
Para que el factor anterior no suceda debemos pensar en qué tipo de cultivos son interesantes en nuestros campos. Por eso debemos implicarnos en entender cuál son los aspectos productivos en el marco actual: qué se produce, qué aporta y cómo contribuyen los rendimientos del sector primario en nuestra comunidad.
Así, por ejemplo, el monocultivo de cereal no deja riqueza en el terreno, acumula grandes superficies que conllevan un nivel de mano de obra muy reducido y que además no se gestiona de forma conveniente para que la siembra de cereales signifique un aprovechamiento para las empresas de agroalimentación (cabría preguntarse de dónde trae el lúpulo o la cebada la fábrica de Mahou en Alovera, por ejemplo).
Hay que ser conscientes de que cultivos como el maíz no dejan márgenes interesantes por su competitividad. Muchos agricultores parecen apostar por la colza (para bio-diesel), lo que supone ahondar en el error de no buscar la sostenibilidad, ya que se pone el campo en manos de los intereses de las multinacionales, que usan nuestros campos como verdaderos campos de ensayo. La alternativa pasa por la diversidad de cultivos y su cercanía con el entorno donde se cultiva, una implicación positiva en el propio ecosistema como las plantas aromáticas o los espárragos, o la introducción de nuevos cultivos como la quinoa o el pistacho que dan gran margen de integración en nuestros terrenos.
Hay muchos cultivos que pueden ser interesantes y que pueden repercutir en generar alternativas en las zonas rurales, sólo hace falta políticas claras de apoyo y ayudar desde las instituciones formando y asesorando estas experiencias: el mejor momento es ahora, cuando muchos agricultores están buscando alternativas.
No obstante, y a modo de conclusión, la agricultura esta fuertemente influenciada por las políticas de la PAC, que se centran en la tenencia de tierras y no tanto en la gestión de un agricultor activo y con buenas cosechas. Los beneficios que se generan son superiores por poseer los derechos de la PAC más que en la propia producción. Todo esto son fallos estructurales que, desde luego, se escapan de las competencias autonómicas y que, a día de hoy, se deben trabajar a nivel estatal y europeo como retos de futuro para poder tener un campo más activo y que sea un motor que ayude a frenar la despoblación.
Pero si hemos esperado hasta ahora, es por la propia devaluación o desprestigio por el mal uso del término “ecológico” como concepto reglado y normativo. Más allá de la oficialidad del término, lo realmente importante es que se entienda que la producción agrícola debe estar ligada a una reducción de insumos (reducción de costes de una materia prima que se emplea en la producción de otros bienes), para que, dentro de la diversidad de cultivo, con esos ahorros de coste se apueste por el uso de mano de obra, interrelacionándose en la medida de lo posible en unas redes de comercio cercanas y versadas en la soberanía alimentaria , favoreciendo así la distribución y el comercio local.
La ganadería.
Entendemos que la política debe ir a favorecer la expansión de ganados que pastorean, que ayudan a nuestros campos, que previenen incendios y que ayudan a los ecosistemas, aparte de que luego son un verdadero manjar. Así, la apuesta debe ser nítida por las razas autóctonas, que serán menos productivas a corto plazo, pero que fijarán población y harán volver a nuestros pastores; después llegarán los resultados (entendidos como turismo enogastronómico, por ejemplo).
Por ello, apostamos por fortalecer el sector ganadero extensivo, para poder mejorar a su vez en toda la industria de productos derivados que se generan y poder elaborar productos de calidad, pero para ello hace falta el compromiso de nuestras Autonomías, que no debe pensar tanto en las marcas comerciales y sí en facilitar ayudas y tener una idea clara de apuesta por la calidad, luchando, además, por la regulación de precios en los sectores más dañados.
Así pues, y como propuesta de conclusión, el reparto de la tierra y el mayor aprovechamiento de nuevos cultivos y de los productos ganaderos enfocados a una posterior transformación de los mismos, supondrá una dinamización del medio rural y un mantenimiento directo de población a corto y medio plazo.
Julián Atienza, coordinador Provincial IU Guadalajara
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