Estoy seguro que las nevadas caídas en la Sierra de Guadalajara hace unos días ha invitado a salir a pisar nieve a muchos guadalajareños. Sin duda la nieve es ideal para darse un paseo, para desconectar; parece que todo duerme en invierno y que todo es más lento cuando está presente la nieve, pero en realidad es un momento de mucho movimiento, de mucha renovación y de mucha reflexión. La nieve es el terreno de juego ideal para jugar en y con ella y para hacer un sinfín de fotografías para las redes sociales y guardar recuerdos muy divertidos dignos de conservar para la posteridad; pero también tiene un componente peligroso que puede dejarnos un mal recuerdo o alguna secuela no tan agradable también para nuestro futuro. Puede parecer que la nieve, en una ruta de senderismo o en una actividad de montaña, es la mejor amiga pero también puede convertirse en la peor enemiga. Puede ser una gran aventura o una fatal desventura.
Salir a la nieve en la montaña es una cosa seria y no podemos hacerlo al tuntún, sin material, sin conocer la zona donde vamos, sin el calzado y la ropa adecuada, sin la experiencia suficiente para la actividad a realizar, sin previsión, sin móvil, sin compañía y sin sentido común. La negligencia, en muchas ocasiones es la causa de necesitar ser rescatados o de accidentes graves; a veces sobreestimamos nuestras posibilidades y nos metemos donde no debemos.
He pasado el fin de semana por la montaña y por la nieve. Como cada año por esta época suelo ver excursionistas que vienen a la nieve sin conocer estos riesgos y sin tener en cuenta que hay que tener mucho cuidado cuando se juntan el sol, la nieve y la montaña, pues son sinónimo de riesgos añadidos, de desprendimientos de cornisas y de aludes. Las laderas contrarias a las que sopla el viento y las orientadas hacia el sol son las que tienen mayor riesgo de aludes. Las rupturas de las cornisas, en estos ventisqueros, es una de las principales causas de estos movimientos de nieve. En ocasiones, no somos conscientes de que estamos en zonas peligrosas, en los que la fractura de una placa puede ocurrir bajo tus pies y engullirte para sus adentros. ¡Lo inconscientes que podemos llegar a ser solo por ir a curiosear o por hacer una foto para luego twitearla!
La montaña siempre me permitió conocerme mejor; pasamos demasiado tiempo mirando a los demás y no nos vemos a nosotros mismos. Allí estás solo con tus silencios, con tus miedos, con tus problemas, con sus soluciones. La montaña tiene el poder de cambiarnos profundamente para bien como personas y lo hace desde edades muy tempranas; tiene la capacidad de fortalecer nuestra resistencia y de desarrollar nuestra inteligencia emocional y social. La montaña ha sido para mi un desafío constante, me ha permitido crecer en lo personal y me ha forjado con esos valores que ofrece como el respeto, la cooperación, el trabajo en equipo, la autodisciplina, el orden, el autodominio, la responsabilidad social, el espíritu de sacrificio, la lealtad, la generosidad, la modestia y sobre todo el espíritu de renuncia y saber decir no, porque cuando las condiciones no son óptimas debemos renunciar a la actividad prevista o cambiar de planes y optar por una retirada a tiempo para evitar males mayores. La montaña siempre estará ahí.
Siempre he considerado muy importante y valioso tener cierta formación y conocimientos de la montaña antes de adentrarse en ella: del equipamiento y su uso, de la nieve y su comportamiento, de orientación y sus recursos, de comunicación y su tecnología, de tiempo y climatología; y de conducción en nieve, que aunque estés acostumbrado a hacerlo no te lo puedes tomar a la ligera, pero tampoco conducir con miedo porque te hará tomar decisiones bruscas; y conducir en nieve requiere de suavidad, delicadeza y previsión. Debemos utilizar un equipamiento adecuado a la época y a la actividad que vamos a realizar; con la nieve no tenemos que olvidar las tres “g”: gorro, guantes y gafas y por supuesto crema protectora. Debemos comunicar a dónde y por dónde vamos, y por supuesto evitar acudir a la montaña solo. La planificación y la revisión de la ruta es muy importante y debemos hacerlo con antelación y adecuarla a nuestro nivel físico y técnico. Y también es necesario llevar una batería para el móvil por si acaso nos hiciese falta. Nuestra mochila debería ir cargada de lo que yo llamo “porsis”, por si hace frio, por si hace calor, por si llueve, por si cae la noche, por si tengo que hacer una cura, por si te pierdes, por si tengo hambre… Es muy importante tener claro cual es el equipo que debes meter en la mochila, porque en determinadas situaciones, disponer de ciertos materiales podría hacerte más fácil y llevadero el imprevisto, la emergencia y las circunstancias sobrevenidas.
Antonio de Miguel Antón. Miembro de SOS Rural. Guadalajara
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