Crónica y fotografías de José Luis Solano Provencio
El grupo de pop rock Los Secretos abarrotó el Teatro Auditorio Buero Vallejo en un concierto acústico en el que pasaron revista a sus 40 años de carrera musical.
La banda de Álvaro Urquijo volvió a Guadalajara, donde sabe que no le faltan incondicionales, para mostrar al público sus temas más recientes y seguir coreando los clásicos que, para muchos, ya se han convertido casi en himnos.
De ese modo, composiciones como “Maria”, “Todo sigue igual” o “Quiero beber hasta perder el control”, volvieron a emocionar a un público que ya los bailó en su efervescente adolescencia ochentera.
El recital acústico que Los Secretos ofreció consistió en una intimista selección de temas puestos en escena de un modo muy próximo y en el que no faltaron alusiones y recuerdos a componentes de la banda ya desaparecidos, como es el caso de Enrique Urquijo, José Enrique Cano “Canito” o el guadalajareño Pedro Antonio Díaz.
Para el primero, uno de los cantantes más carismáticos de la llamada “Movida” y cofundador de la banda, su hermano Álvaro tuvo reiterados recuerdos en forma de emocionada narración de algunas anécdotas del artista y del grupo, tras lo que interpretó `Aunque tú no lo sepas´, “una de las favoritas de Enrique”, afirmó.
Álvaro Urquijo también se lamentaba al recordar la pérdida del batería y cantante José Enrique Cano Canito, quien junto con los hermanos Javier, Enrique y Álvaro Urquijo formaría a finales de los años 70 el grupo Tos, proyecto musical que habría de ser el germen de Los Secretos.
La sala se fundió en un emocionado aplauso cuando Álvaro Urquijo evocó la memoria de Pedro Antonio Díaz, el batería guadalajareño que sustituyó a “Canito” y que falleció en un accidente de circulación en mayo de 1984.
“Pedro era un músico experimentado y le puso las pilas a la banda. Y todo empezó a ir sobre ruedas”, afirmó Álvaro Urquijo al referirse al músico desaparecido. Acto seguido, la banda interpretó `No supe que decir´ por ser, según Álvaro “una de las favoritas de Pedro”.
A pesar de lo sentido de algunos de los momentos de la velada, el concierto de Los Secretos en Guadalajara no estuvo exento de intensidad compartida por artistas y público entre los que iba surgiendo una espontánea complicidad según avanzaba la noche.
Al relato de las anécdotas sobre cómo surgieron algunas de las canciones de la banda o a la historia de las curiosas colaboraciones realizadas casi sin querer entre Los Secretos y Joaquín Sabina, seguía un auditorio al completo coreando los temas descritos, en un concierto que poco a poco se venía a más y del que cada vez disfrutaban más tanto intérpretes como el público.
De ese modo, una gala que había comenzado de un modo sosegado, fue tomando cuerpo con conocidos temas de más o menos reciente factura y llegó al apoteosis cuando sonaron canciones como `Ojos de perdida´, `Otra tarde´ o `Déjame´.
Los Secretos lo habían conseguido de nuevo: Guadalajara caía subyugada a sus encantos.
Habían conectado con el público, y este se les volvía a rendir a pesar de los años (o décadas) transcurridos desde aquellos primeros bolos por provincias que les traían hasta nuestra capital.
Tal fue así que platea y anfiteatro olvidaron el protocolo que la butaca impone y se lanzaron a bailar convirtiendo el teatro en una fiesta del pop rock español como tantas otras en las que seguramente participaron años ha.
Tablas arriba, y en lo que respecta a la composición actual de Los Secretos, se podría decir que si bien la veteranía es un grado, en este caso es un grado sumo.
Magnífico, Ramón Arroyo, con su exhibición de maestría a las guitarras y volcando todo el buen hacer acumulado desde aquel `El primer cruce´ publicado por la banda en 1986.
También Jesús Redondo supo sacar partido de los temas que compone en su piano para Los Secretos, grupo del que, además de integrante desde 1989, es arreglista.
Indispensable, el bajo de Juanjo Ramos, por la solidez que aporta a los temas, como también lo son sus composiciones y los coros que le hace a Álvaro Urquijo.
Lo atípico del set de batería que Santiago Fernandez trajo a Guadalajara no impidió, o más bien consiguió, los ritmos que hicieron bailar a todo el auditorio. Cualquier otro juego de tambores también le habría valido porque, me consta, en este caso no es tanto la batería como el baterista.
No en vano este malagueño lleva más de 30 años acompañando a artistas de la talla de, Mari Trini, Massiel, Sergio Dalma, David Summers o Alex Ubago, sin que eso le haya coartado a la hora de actuar ocasionalmente en algún local de la zona del Corredor en los que la música se toca y se siente como se hizo anoche en Guadalajara; también me consta.
Los Secretos volvieron a nuestra ciudad, y allí nos dieron una lección de saber estar sobre las tablas en un concierto de las características del que dieron, tan lleno de afectos y sentimientos, emoción, intensidad y recuerdos.
Su público guadalajareño les recibió con un cariño expectante, una ilusión adolescente, exactamente igual que hace 30 o 40 años.
Creo que Los Secretos lo percibieron y lo disfrutaron casi tanto como el público. Quizá ese sea un buen modo de, unos y otros, homenajear a Enrique, “Canito” y a Pedro.