Hace unos años, un suceso traumático cambió para siempre la vida de Noelia Campoy: uno de sus dos hijos, Miguel, Miguelín, Mailkel… murió a manos de unos jóvenes violentos que acabaron con su vida. Al inmenso dolor de perder de esa forma a un hijo se sumó el hecho de que la investigación reveló que los asesinos habían errado: Miguel no era su objetivo, se habían equivocado de víctima.
Tras un tiempo de terapia profesional para superar la pérdida, Noelia recibe un encargo de su terapéuta: escribir un cuento con varias palabras clave: casa, montaña, experiencia traumática, animal que habla y camino.
Noelia sale de la consulta confundida, pero no deja de buscar argumentos a la idea para seguir en pie. Así nace este cuento largo, o novela corta, ‘Nadie podrá robarnos lo que llevamos dentro’, toda una metáfora de lo que pasó aquella fatídica noche en la que unos desalmados le robaron la vida a su hijo.
«Hola. Mi nombre es Sermi, soy una perrita; sí, así, como lo leéis. Un schanauzer gigante, de color negro, para ser más concreta. Tengo una gran cualidad que no tiene ningún otro perro, y es que puedo hablar… Sí, hablar, como los humanos, pero solo puedo hacerlo con la persona que más conexión y empatía comparta, en este caso ángela, mi hermana, amiga…, mi alma gemela».
Así comienza este relato en el que más de un lector se sentirá rápidamente identificado.
Ficha técnica:
Autor: Noelia Campoy Sampere
Tamaño: 170 x 240 mm
Páginas: 56
Encuadernación: Rústica fresada
Sobre la autora, Noelia Campoy, escrito por ella misma:
Soy auxiliar de enfermería por pura vocación y tengo la gran suerte de trabajar en lo que más me gusta. He tenido la gran oportunidad de encontrar en mi camino a un hombre maravilloso (mi guerrero), el cual me ha dado los dos mejores regalos que una mujer puede recibir en esta vida: dos maravillosos hijos con unos valores increíbles y que nos han regalado grandes momentos de felicidad.
Jamás se me había pasado por la cabeza escribir nada, no me he visto nunca capaz de hacerlo, pero la vida es un camino pedregoso y lleno de obstáculos que todos tenemos que superar.
En el camino, todos encontramos grandes pedruscos, pero en mi caso la piedra que encontramos mi familia, amigos y yo, es algo que no creo que lleguemos a superar jamás.
La pérdida de un hijo es antinatural, y sobre todo, por la manera tan cruel y despiadada en la que nos lo arrebataron.
Desde entonces, nada es igual, simplemente hemos hecho piña y aprendido a vivir sin él, pero siempre recordando su sonrisa y la gran persona que era. Nos ha dejado un gran legado, sus valores, su sonrisa y un montón de amigos que, pasados varios años de su marcha, aún siguen dándonos un cariño incondicional y cuidándonos.
Se podría decir que hemos formado entre todos una gran familia en la que estamos siempre los unos para los otros sin importar la diferencia de edad.
Y todo esto gracias a como era ÉL.