El próximo domingo 28 de abril tenemos una de las citas electorales más importantes de la reciente historia democrática de España. El 28 de abril no se tratará solo de elegir entre una opción política u otra, sino de elegir el sistema de Estado que queremos no ya para los próximos cuatro años sino, quizás, para las próximas generaciones.
Al igual que en aquellas primeras elecciones constituyentes del 15 de junio de 1977, cuando los españoles tenían que elegir al Gobierno que iba a dirigir la elaboración de una Constitución democrática que sirviera de puente entre el viejo régimen franquista y un nuevo sistema plural donde todos tuvieran cabida en paz y libertad, el próximo 28 de abril elegiremos entre quienes ya han dicho por activa y por pasiva que dan por superado ese periodo de la historia de España y quieren romper con él e iniciar una Segunda Transición, y entre quienes apuestan por ampliar y reforzar el sistema actual, que es el que ha garantizado el mayor periodo de libertad y convivencia pacífica entre españoles. No en vano, la ONU ha incluido a España entre una de las 20 únicas democracias plenas y avanzadas del mundo.
Pues bien, para estas elecciones de abril,el programa de los que quieren romper con el consenso constitucional defiende el federalismo asimétrico que solo beneficia a las regiones más ricas y segregadores; ampara un supuesto e inexistente derecho a decidir; apuesta por la subordinación de los derechos de las personas en favor de los supuestos derechos de los territorios; promueve la sumisión total del Estado a las comunidades autónomas, a las que, de facto, las convierte en Estados paralelos; propugna el control total y absoluto de los medios de comunicación y coarta la libertad de expresión y las relaciones sociales al más puro estilo totalitario orwelliano, con fortísimas multas administrativas a quienes se muestren políticamente incorrectos en asuntos como la memoria histórica, la ideología de género, el animalismo, la inmigración… También, supedita toda su política interior y exterior a los dictados de la conocida como Agenda 2030, que no es otra cosa que la imposición de las tesis migracionistas, ecologistas y de genero del nuevo orden supranacional que, entre otras cosas, establece que la migración es un derecho.
Además, el frentismo y el revisionismo histórico puesto en marcha por el anterior gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, ampliado durante los escasos diez meses de Gobierno del no electo Sánchez, ha provocado un nuevo incentivo a los enemigos de la convivencia pacífica, que han vuelto a dividir a los españoles en función de origen, nacionalidad, sexo, pensamiento, ideología o condición social.
Finalmente, la experiencia nos dice que las dos experiencias anteriores de Ejecutivos socialistas en el Gobierno de España concluyeron abruptamente devoradas por unas crisis económicas que ni supieron ver ni mucho menos resolver. Ahora, que todos los organismos internacionales avisan de la llegada de un nuevo ciclo de recesión mundial, volver a poner la economía nacional en manos quienes, además de provocarlas, no solo no supieron luchar contra crisis anteriores, sino que además llevan meses inflando el presupuesto público y recalentando las cifras macroeconómicas, sería una completa irresponsabilidad.
Por ello, el 28 de abril, los votantes no nos jugamos solo quién dirigirá el próximo Gobierno, sino si queremos perder buena parte de nuestras libertades individuales, volver a la división y el enfrentamiento cainita entre españoles, y aceptar vivir en un Estado débil y fragmentado que, con el paso del tiempo, pondría en jaque la continuidad del sistema de pensiones y resto de estructuras del estado de bienestar social del que hoy gozamos. Por eso, estas elecciones son tan importantes. Dejarnos llevar por pequeños regalos envenenados y entregar el voto a la opción equivocada puede hacer que en un futuro nos demos cuenta del terrible error cometido cuando ya no tenga remedio.
Este diario, desde su fundación ahora hace diez años, se ha mantenido al margen del apoyo directo o indirecto a las diferentes candidaturas. Nuestra única posición siempre ha sido la defensa a ultranza de los principios básicos del liberalismo político, único ideario que garantiza la continuidad del sistema democrático y de libertades civiles. Pero, en estos momentos, España se encuentra en una encrucijada en la que es preciso, al menos, definir qué opciones políticas pueden acabar con este sistema y estas libertades y trasladárselo a sus lectores.
Me ha quedado claro, votare al unico qie lleva la constitucion por bandera.