No tenemos la menor duda que las terrazas cumplen su función con la llegada de la primavera y sobre todo en los rigores de la canícula, incluso las hay que se mantienen en pleno invierno.
Crónica de Andoni Madrid
Fotografía de Cuka Leyre
El ciudadano de a pie las comparte y utiliza en las tardes del verano que sirven de tertulia y desahogo para familias y amigos.
No cabe duda que el Ayuntamiento obtiene pingües beneficios con las autorizaciones de ocupación del espacio urbano, los empresarios al ver repletas de clientes sus mesas y los ciudadanos al utilizarlas como nuevos espacios de divertimento.
Hasta ahí todo parece perfecto, pero no es oro todo lo que reluce.
El ciudadano de a pie propone algunas consideraciones a tener en cuenta en el futuro por los responsables:
El consistorio debe observar con detalle los espacios disponibles para no conceder licencias que ocupen aceras, hasta el punto de impedir el paso de sillas de niños e incapacitados y vigilar con celo las condiciones del contrato para evitar abusos.
Importante también por los responsables reconsiderar a la baja los precios de alquiler de los que suelen quejarse los empresarios y que repercuten inexorablemente en el precio de las consumiciones.
Por parte de los propietarios de los establecimientos; respetar taxativamente el espacio autorizado sin añadir mesas de “clavo”, evitar los gritos de la clientela para evitar molestias a los vecinos y puntualidad con el horario de cierre.
Una treintena de terrazas situadas en la manzana entre las calles Virgen de la Soledad, Rufino Blanco y Sigüenza, nos han servido para sacar las conclusiones expuestas.