Acróbata y Arlequín es un espectáculo creado por Joaquín Casanova y Elisa Ramos para un público infantil y juvenil. Se trata de una sencilla y conmovedora historia de superación personal y de amor a los animales ambientada en el mundo mágico del circo.
Como es habitual en otros montajes de la compañía granadina La Maquiné, para contarnos la historia los intérpretes juegan con la luz y la música (en este caso melodías de Satie y de Poulenc, interpretadas en directo al piano por Daniel Tarrida) combinadas con la mímica, los títeres, las proyecciones y las sombras chinescas en una poética expresiva minimalista y naif marca de la casa y que, hay que apresurarse a decir, alcanza un notable grado de excelencia artística y es capaz de inducir a la reflexión y de tocar la fibra sensible de los espectadores chicos o grandes.
La obra cuenta la historia de Pablo, un joven vagabundo que para no morir de hambre se dedica a hacer pequeños juegos malabares con su sobrero ante los viandantes que se detienen a mirarlo y le dejan algunas monedas. Un buen día un circo llega a la ciudad y Pablo, atraído por el brillo de las guirnaldas de luces, por el empenachado multicolor de la carpa y por el glamur de los artistas decide incorporarse a la plantilla, aunque tenga que realizar provisionalmente las tareas más onerosas, con la esperanza de llegar a ser algún día él mismo un verdadero artista y formar parte como Arlequín de la gran familia de de payasos, titiriteros y saltimbanquis.
Así entrará en contacto con la terca cabra Rosita que se niega a las operaciones diarias de aseo personal, con una pareja de viejos osos equilibristas, con un grupo de monos chillones que le vuelven loco con sus cabriolas y con su cháchara interminable; incluso tendrá que sobreponerse al miedo que le infunden los rugidos de un león descomunal y ejercer de dentista sobrevenido para extraerle una muela picada. Y aún le queda tiempo para soportar las bromas de un payaso burlón y para superar su timidez y dejarse seducir por los encantos de una guapísima y enamoradiza equilibrista que no deja de tirarle los tejos.
Tres o cuatro actores y manipuladores bastan para poner en pie esta historia sencilla y entrañable mientras nos acompañan en un apasionante viaje por el universo circense, algunos de cuyos números más habituales son recreados en escena sometidos a un riguroso proceso de estilización para asombro de los más pequeños o para herir con una punzadita de nostalgia a los mayores. En general el elenco al completo exhibe una extraordinaria destreza. Muñecos manipulados y actores actúan en perfecta sincronía y apoyados en efectos de luz y de sonido producen cuadros de una notable belleza plástica y consiguen trasportarnos a un mundo de irrealidad y fantasía. Dentro del alto nivel técnico del conjunto, podríamos destacar el trabajo del impulsivo, apasionado, ingenuo y un tanto bobalicón Pablo (Alejandro Conesa), la estelar actuación de la acróbata Natalia Calles en un arriesgado e impecable ejercicio en la cuerda suspendida y, desde luego, al simpático, vivaracho, y correveidile payaso encarnado por Elisa Ramos, cuya chispeante y cálida mirada nos recuerda a la expresión pícara entre temerosa y levemente asombrada de Giuletta Masina en el papel de Gelsomina, en La Strada de Federico Fellini.
Gordon Craig, 11-XI-2019.
Ficha técnico artística:
Dramaturgia: Joaquín Casanova y Elisa Ramos.
Compañía: La Maquiné.
Con: Daniel Tarrida (Pianista), Noé Lifona, Alejandro Conesa, Elisa Ramos y Natalia Calles.
Escenografía: F. Ribeiro
Música: Erick Satie y Francis Poulenc. Con adaptación y arreglos de: José López-Montes
Diseño de escenografía, iluminación y proyecciones: Joaquín Casanova.
Dirección: Joaquín Casanova.
Madrid. Teatro Real. 10 de noviembre de 2019.