Si desde que abren los ojos empiezan a batir sus alas y revolotean por las estancias de la casa buscando una posibilidad para salir volando, como cuando iban al encuentro de otros niños para ir juntos al cole… ¿les digo que canten «resistiré», aunque saben que nada hay más importante que la libertad?
Si ellos, que no tienen pasado, quieren lanzarse al aire y descubrir cada día la aventura y el gozo de estar vivos…¿cómo negarles el sol que les hace crecer sanos y con alegría?
Si no tienen la responsabilidad de buscar el sustento, si a ellos siempre les han alimentado sus padres con sus besos y lo poco que necesitan para alimentarse y salir corriendo, ¿debemos decirles que cuando crezcan entenderán las leyes que se les imponen?
Si lo poco que han aprendido de la libertad es que es contagiosa, porque lejos de obligar para favorecer que los demás la ejerzan…¿cómo se le explica a un niño, o con autismo, o con una «capacidad especial», con parálisis cerebral o con una enfermedad «rara», que «es libre, mientras le invito a quedarse en casa y pintar o jugar?
Si los niños no saben de enemigos, ni peligros, -grandes, ni pequeños- porque esas palabras son más grandes que su ser… ¿Tienen que aceptar que hay enemigos invisibles, como el virus, que hasta pueden matar, y que el mundo que les dejamos está herido?
Si en casa y en la escuela han escuchado que lo importante no es estar libres, sino serlo, por qué tienen que a prender tan duramente el riesgo de vivir en sociedad…¿Pueden entender que es la fuerza del cariño, la única protección contra el riesgo de vivir aquí y ahora?
Si no están enfermos, ni se aferran al nido de su hogar, como hacen algunos mayores que lo han perdido todo, porque han perdido la ilusión…¿cómo hacerles entender que la dicha de estar vivos, tener unos padres, un hogar, y algo que comer, es prepararse para afrontar con esperanza lo que la vida en este planeta les envíe en cada momento?
Si la libertad se ejerce cada día entre los semejantes, por qué tienen que estar encerrados entre cuatro paredes, sintiendo la soledad de los abuelos, de las otras familias y de los otros niños…¿Van a ser más fuertes sin ejercitar los músculos ni la voluntad, si ellos sueñan con el deporte, y también sueñan?
Si los niños necesitan libertad y aire para volar su cometa… ¿Por qué se les priva de ver la luz y nos obligan a los papás a tirar de la cuerda y enrollarla, para que se limiten a volar en su habitación o en su patio o su jardín?
Si la libertad, al contrario de la manipulación, es un camino al que se llega tras una elección libre, y los niños no estén libres… ¿Seremos los padres libres por ser sus cuidadores y guardianes?
Si preguntan los niños y saben, como los mayores, que las estrellas también mueren sin saber la razón… ¿tendremos que morirnos para poder ser libres y estar con quien queremos?
Si cada vida que termina, sola, en cualquier lugar, no nos hace más libres…¿Por qué no podemos estar junto a ella, cuando parece que va a irse, y hacerle compañía?
Si alguien piensa que el destino es un juego y los niños siempre están dispuestos a jugar…¿Existe alguien tan poderoso que sea capaz de impedir que los niños jueguen, se diviertan, sonrían y sean felices? ¿Por qué tenemos que impedírselo los padres, si su alegría y su risa son capaces de curar todos los males?
Si hasta los vecinos de su calle o de su barrio, cuando alguno de los niños cumple años, aprovechan la salida al balcón para darles ánimo y desde cada vivienda brota un sincero: «cumpleaños feliz», capaz de emocionar a ellos, a sus padres, y a todo el vecindario, ¿cómo no van a recordar ya siempre esa fecha solidaria en que no tenía libertad para abrazar y les mandó un beso por el aire desde la palma de su mano?
Si nuestro futuro, -el de la Humanidad y del Mundo-, son los niños, esta experiencia de privación de libertad, puede sino traumatizar, por lo menos dejar secuelas…¿Por qué los padres tenemos que cooperar en esa reclusión de los nuestros, cuando hay personas, aquí y en otros países, que van y vienen y las televisiones se encargan de que aparezcan en nuestra casa, haciendo que los niños piensen que el peligro y el encierro, solo afecta a los que callan y consienten?
Si en los tiempos que vivimos, algún sabio, maestro, catedrático o asesor de quien o quienes tomen decisiones en cada país…puede decirme ¿cómo se le dice a un niño, que no es libre? Estaría encantado de escucharle y los papás y mamás con sus hijos en casa sin poder salir, después de un tiempo, -que para ellos es una eternidad-, porque para ellos el tiempo no existe, a ellos y a mí nos encantaría saberlo.
Si hay otras formas de combatir la epidemia en otros países, y con otros criterios, solo con poner en práctica, la prudencia, el sentido común, la distancia y la higiene, como hicieron en La Residencia Mirasierra en Cercedilla, de Madrid, con más de 50 internos, con resultado de cero contagios. ¿No es un ejemplo de dirección y estrategia, ante el virus? ¡Enhorabuena!
Si también los animales saben que es mejor vivir sin jaula y aprenden a escapar y liberarse, ¿Cuando aprenderemos de los animales?
Sí, lo sé y se lo repetimos, los médicos, enfermer@s, limpiadoras, fuerzas y cuerpos de seguridad, AUME, y entidades consideradas de primera necesidad, reponedores, transportistas, repartidores, cajer@s, cocineros y ayudantes, también tienen sus hijos, y muchas veces ni pueden verlos, porque se autoimponen un control de no poder ir a casa, para no contagiarles, y aunque cada día desde la ventana, los niños son los primeros en aplaudir para darles ánimo, también tienen compasión y sufren; para los niños, y para todos los de casa son héroes.
José Manuel Belmonte