Teóricamente es una peli que con verla una vez tienes suficiente.
Yo, muy al contrario, me he sentido atraído por ella en numerosas ocasiones.
Una historia tan triste y descorazonadora no es muy estimulante. La reiteración en su visionado resulta dura.
Gig Young que da vida (magistralmente) a ese animador sin escrúpulos ya lo dice: el público miserable necesita y se consuela viendo a personas aún más miserables que ellas.
El sufrimiento, la degradación humanas hechas espectáculo.
Una colección de fracasados que participan en un espectáculo deprimente con fines escasamente diversos. Por un premio, que solo es una ilusión, o por la subsistencia pura y dura.
Jane Fonda es una muchacha que ha debido de pasar lo suyo, amargada y triste, pero luchadora por conseguir los 1.500 dólares de premio, pero cuando ve que eso es un engaño más ya no lo aguanta y decide acabar con su existencia.
Según ella su vida está marcada desde el nacimiento y ya no lo soporta.
Hay cierta apología del suicidio, como única manera de acabar con una vida miserable.
El “espíritu americano” es luchar hasta el final. Obtener la victoria o la muerte.
En el sueño americano no entra la idea de la deserción, de tirar la toalla, de darse por vencido.
Pero Jane Fonda es realista, su vida muy probablemente no mejorará.
Donde naces, la educación que recibes marcan tu vida. En eso también tiene razón.
La peli se desarrolla en la década de los treinta, en plena Gran Depresión.
Se filma a finales de los sesenta cuando la esperanza en un futuro mejor se ha quedado en nada.
Pero ahora sigue estando de plena actualidad. En nuestras televisiones predominan los realities (Gran hermano, Supervivientes y otros que no conozco). Cuyo fin es el mismo: poner al descubierto miserias humanas.
Incluso programas con Sálvame solo exponen las desgracias de las personas y eso sirve de consuelo a los espectadores.
Como en la pista de They Shoot Horses, Don’t They? aquí las personas se exponen por pasta.
Este mismo mes se han cumplido diez años del fallecimiento de Sydney Pollack, uno de los llamados artesanos. Capaz de funcionar en el cine de espías, en la comedia, en el romántico y en el drama.
Todo lo dirigió bien. No se puede decir que fuera un autor, pero impregnó de su sello personal películas tan diversas como Las aventuras de Jeremías Johnson (1972), Tal como éramos (1973) o Los tres días del cóndor (1975).
Participó en 38 películas en algunas como actor y productor, pero en la mayoría como director.
Mi puntuación: 8,52/10.
Muchos besos y muchas gracias.
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Crítico de Cine de El Heraldo del Henares
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