La mañana 9/10 de febrero 2020, comenzó el viaje hacia la estrella. Del descubrimiento del fuego, al inicio del viaje, han transcurrido 790.000 años de la Humanidad.
Un invento humano, la nave espacial, Solar Orbiter, desarrollada por la Agencia Espacial Europea (ESA) con la participación de la NASA, tendrá que recorrer por lo menos 108 millones de kilómetros para estudiar la Estrella de la que dependemos y su influencia. Se acercará hasta los 42 millones de kilómetros, de los 149,6 millones que nos separan.
Ya en 1969, la Humanidad puso un pie en la Luna.
Fue en el siglo pasado, el 20 de julio de 1969. Fue uno de los momentos importantes para los humanos, su inteligencia, su tecnología, y la competencia, lograron el éxito.
Hoy, desde el espacio, se puede descubrir la Tierra profusamente iluminada, con el alumbrado público, sobre todo en los núcleos urbanos y grandes ciudades. Aunque la iluminación, en la noche, se da por sentada, también es relativamente reciente.
Los humanos, en el siglo XVI habían colgado el fuego a la intemperie, para alumbrar la noche. Es que la Luna y las lejanas estrellas no daban la suficiente claridad, ni proporcionaban seguridad para caminar de noche. La oscuridad era un peligro.
Por eso, en 1558 comenzaron a colocarse en algunas encrucijadas, faroles. De las encrucijadas, las luces se necesitaban en las calles. En 1662 se empezaron a organizar en Francia cuerpos de «faroleros», encargados de encender, apagar, y mantener lámparas urbanas.
La primera gran ciudad con un exuberante alumbrado público fue París, que se ganó el sobrenombre de Ciudad de la Luz en las postrimerías del siglo XVII, cuando Luis XIV hizo instalar farolas en las calles. Pero ahora es una ciudad castellana, Valladolid, la que nos ofrece la noche más bella del planeta.
En España y más concretamente, en Madrid, «eran tantos los maleantes que aprovechaban la nocturnidad de Madrid que en 1717 Felipe V ordenó sin excepción que cada vecino fijara un farol en la fachada de su casa, y que no distaran, entre ellos, más de 100 pasos». En estos faroles se emplearon diversos combustibles, desde sebos, aceite, grasas o betunes, etc.
La idea era buena, pero no funcionó porque los madrileños no cumplieron del todo. ¿Cuál es la explicación? Los gastos y el mantenimiento corrían a cargo de cada vecino y eso de compartir, para hacer un bien púbico, no estaba en su naturaleza.
Fue Carlos III en el año 1765 quien a través de una Real orden decido instalar un sistema de alumbrado público e instaurar el oficio de «farolero». Los dueños de las casas quedaban así liberados del gasto, limpieza y mantenimiento de los faroles. Madrid disponía entonces de 4.408 faroles a una altura de 12 pies. Sus velas de sebo, luego, fueron de aceite: el farolero los encendía subido en una escalera y al amanecer, los apagaba.
En 1797 se crea el cuerpo de «serenos» algunos de los cuales se encargaban también de encender faroles.
El gas natural, para usos públicos, llegó en 1807 a algunas calles de Londres. Llegaba mediante tuberías hasta las farolas, aunque su encendido era de forma manual. En 1878 se inaugura el primer alumbrado eléctrico en la Puerta del Sol. En 1922 el ayuntamiento de Madrid firma un contrato de prestación de servició con la empresa Gas Madrid S.A que combinaba también faroles eléctricos. Y en 1930, el oficio del farolero desapareció definitivamente.
La última fase en la iluminación pública ha sido la sustitución de las viejas bombillas por las nuevas luminarias LED, que ahorran más de un 50% del gasto público.
Del fuego al Sol: Solar Orbiter, 10 de febrero de 2020
El ministro de Ciencia e Innovación de España, (antes astronauta), Pedro Duque, celebró el lanzamiento de la misión europea Solar Orbiter desde Cabo Cañaveral como «un hito» científico y tecnológico para la Agencia Espacial Europea (ESA), con la colaboración de la NASA.
La sonda europea es la más sofisticada que se haya lanzado hasta ahora para el estudio de nuestra estrella. La nave tiene previsto aproximarse al Sol desde la órbita de Mercurio, (el planeta más cercano al Sol) a unos 42 millones de kilómetros, soportando temperaturas de hasta 500ºC. (La nave y los sistemas están previsto de un escudo protector especial).
Tardará cerca de 2 años en alcanzar su órbita operativa. Antes, para la puesta en servicio de sus instrumentos y sistemas, efectuará su primer pase frente al sol, en junio, con la nave a mitad de la distancia de la órbita terrestre al Sol. La fase de crucero inicial, se extenderá hasta noviembre de 2021,
Y para encarar su objetivo, Solar Orbiter, tiene previsto efectuar dos maniobras de asistencia gravitatoria, una al rededor de Venus y otra al rededor de la Tierra, para alterar la trayectoria y dirigirse hacia las regiones interiores del Sistema Solar. Eso le proporcionará una perspectiva única y le permitirá observar los polos del Sol.
Una aportación científica y humana de Alcalá y Guadalajara.
Duque recordó que los científicos y las empresas españolas han participado de forma muy activa en esta misión ya que una parte importante de los sistemas de la nave y de los instrumentos científicos principales que lleva a bordo.
La misión de la nave, se prolongará 7 años, observará el Sol desde una perspectiva sin precedentes y estudiará tanto la física solar como la influencia del Sol en el medio interplanetario. Para ello lleva a bordo 10 instrumentos, entre ellos, el Energetic Particle Detector (EPD), desarrollado por la Universidad de Alcalá.
Gracias a los instrumentos incorporados, tomará medidas locales y remotas, lo que aportará la primera visión completa, tanto de la física solar, como de la heliosférica. La ESA pretende que la misión capte detalles de 180 kilómetros de ancho (el ancho del disco visible del Sol es de 1,4 millones de kilómetros). Eso ayudará a entender lo que ocurre en el sol y las tormentas solares que afectan a la magnetosfera y capas superiores de la atmosfera terrestre.
En esas tormentas el Sol lanza llamaradas o fuegos (eyecciones coronarias) que a veces equivalen a 10 millones de bombas de hidrógeno a una velocidad de 12 millones de kilómetros/hora. Conocer todo eso de cerca, ayudará a comprender la influencia del Sol en nuestro planeta, y en su caso poder estar preparados.
El progreso de la Humanidad es obra de las personas, la inteligencia y la colaboración científica, donde siempre alguien va a la cabeza. En este caso concreto, Javier Rodríguez Pacheco, que vive en Cabanillas, (Guadalajara) y escatedrático de Astronomía y Astrofísica, ha sido el investigador principal y ha trabajado durante 15 años en el instrumento EPD/Solar … del grupo de investigación SRG-UAH. En concreto, uno de los instrumentos de detección y medición de partículas energéticas durante toda la misión del Solar Orbiter.
EPD: el detector de partículas del Sol: principal y a destacar. Porque estudiará la composición, los flujos y las variaciones de las partículas energéticas emanadas por el Sol.
De los diez instrumentos que lo componen, destaca el Detector de Partículas Energéticas (Energetic Particle Detector – EPD) y su Unidad de Control del instrumento desarrollado por miembros del grupo de investigación Space Research Group (SRG) de la UAH, como parte de un consorcio en el que también participan la Universidad de Kiel (Alemania) y la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.).
Ha podido desarrollar su aventura de investigación en la oficina del proyecto instalada en el Parque Científico y Tecnológico de Castilla-La Mancha en Guadalajara. Es apasionante escuchar a Rodríguez-Pacheco hablando de Solar Orbiter y de su EPD, que supone un hito en la investigación espacial y en la colaboración española a la misma.
«Los resultados que deje Solar Orbiter en los próximos años serán clave para entender los misterios del Sol y cómo afecta a nuestro planeta. Vivimos al lado de una estrella y es nuestra responsabilidad, como especie inteligente, el conocerla y poder predecir aquellos cambios que puedan afectar a la vida sobre la Tierra».
Por el proyecto y sin duda por los resultados que de Solar Orbiter se esperan en el próximo futuro, agradecemos y nos sentimos orgulloso como humanos y como españoles. Enhorabuena por esa aportación al progreso y por su acercamiento, sin precedentes a nuestra Estrella, el Sol.
«El viaje a las estrellas» no ha hecho más que empezar.
José Manuel Belmonte.