Tras un jueves in albis, parada obligatoria para recarga de batería, enfilamos el último fin de semana de las fiestas. Entre medias, las quejas normales de vecinos por ruidos, actividades fuera de horas, e incluso, la pertinente denuncia política municipal de parte de la oposición. Un debate eterno que se reaviva la semana de fiestas y que, en realidad, de los que pueden hacerlo, nadie quiere afrontar seriamente, aletargándose una vez se quemen los fuegos artificiales.
Tras alguna intentona abortada en días anteriores, por fin la Vives fue empapelada con gran afluencia de público peñero, trabajo extra para el servicio de limpieza. La ilusión de una plaza «nevada» hizo disparar las cámaras de los móviles para inmortalizar el hecho.
Entre otros actos del programa de fiestas, destacaba la verbena de Azikuécanos, en la plaza Ramón y Cajal, abarrotada en su interior de gente como en ediciones anteriores, aunque menos en la zona de la calle Mayor.
Por otro lado, uno se propuso preparar una sangría de sidra vándala y, para ser la primera vez, salió un brebaje aceptable.