Aquí y en muchos lugares del mundo, la convivencia humana, es cada vez más difícil. ¡No se puede negar! Algunos -pocos-, lo vienen anunciando, pero es cierto que lo emocional casa mal con la realidad y no se toma consciencia.
Cada vez más, la vida es una paradoja. Sin desearlo y sin buscarlo, el ruido y lo accidental llegan a casa y terminan agobiando a las personas sin capacidad crítica ni bases o principios esenciales. Así que conocemos casi todo lo que sucede fuera, pero al interior apenas se le da importancia. En la sociedad global, donde hay mucho de todo y todo está al alcance de un clic, el vacío crece, la pobreza aumenta y la deshumanización también.
Dicen que la sociedad, se aleja cada vez más de la utopía y las «características favorecedoras del bien humano», según el helenismo, Tomás Moro en 1516 o Robert Owen en 1838. Se parece más a una distopía o antiutopía, es decir, «una sociedad ficticia indeseable en sí misma».
En lugar de avanzar hacia un poco más de luz, hacia una mejor convivencia -con esperanza y altruismo-, utilizando el progreso tecnológico para que el bienestar llegue a todos, los medios de comunicación nos hacen creer que lo que avanza es el cambio climático, la mediocridad, la falta de valores y el todo vale.
Las Redes Sociales, en el Reino Unido, han sido denunciadas, ante el creciente número de casos de ansiedad, depresión, autolesiones y suicidios de menores.
1) Conocer la realidad que nos rodea y, ser conscientes.
Aunque la realidad sea una, la visión de la misma, no es idéntica para todos. Y, según la evolución de su estado de consciencia o la etapa en que se encuentre, la percepción de la realidad y de uno mismo, puede ser distinta.
Cada ser humano, además de los sentidos corpóreo-mentales, para conocer la realidad, tiene en sí mismo mucho más potencial para entender y vivir la vida. No tiene la misma percepción un niño que un adulto; ni una persona influenciable que una persona consciente de sí misma y con capacidad crítica.
En general, gracias a los sentidos podemos conocer la realidad, pero parte de ella nos viene envuelta, a través de los medios y entidades que gestionan, facilitan, producen o interpretan la información que nos llega de esa realidad.
A parte de la contaminación y el cambio climático, hay personas que denuncian hechos muy preocupantes y potencialmente dañinos y destructivos.
Los pensadores o filósofos, pueden tener opiniones distintas sobre lo que perciben. Y sus aproximaciones a la realidad pueden desconcertar cuando se conocen.
En el estado actual de distopía, algunos filósofos llegan a cuestionar el haber nacido, tener hijos y defender la extinción humana. Para el filósofo surafricano David Benatar, la vida no merece la pena, Mejor no haber existido nunca (Better Never To Have Been). La filósofa canadiense, especializada en teoría feminista y ética aplicada, Christine Overall , pese al declive demográfico de Europa, se pregunta en su libro ¿Por qué tener hijos? (Whig have Xhildren).
Hay filósofos que admiten que se pueda llegar a estar satisfecho y ser feliz. El filósofo británico, Derek Parfit, especializado en problemas de identidad personal, racionalidad y ética, en su libro Razones y personas, al plantear la felicidad o el bienestar en términos cuantitativos, es poco razonable. Esas magnitudes numéricas, -más o menos, pocos o muchos- que pueden ser tratadas mediante herramientas estadísticas, son difíciles de valorar en el plano interior de la persona.
Según Parfit, «si aseguramos una vida mínimamente feliz para todas las personas que nacen, cada nueva vida, supondría una cantidad mayor de felicidad en el mundo. Ahora bien, ¿quées mejor mucha gente «algo satisfecha» o poca gente «extraordinariamente feliz»? Y, ¿qué o quién hace feliz a una persona o a muchas? ¿Qué o quién puede garantizar y evaluar esa satisfacción individual o colectiva?
¿Qué relación hay entre «tener» satisfacción y «ser» feliz? ¿Qué es más importante «ser» o «hacer»? Volveré sobre el tema. ¿Importa más estar ocupado o es mejor estar ocioso?
Estas preguntas son importantes también para el coreano, Byung-Chul Han (Seúl, 1959), que es un pensador formado en Alemania. Según Han, el ser humano, gracias a la evolución de la sociedad cree haber dejado atrás la esclavitud, la explotación y la represión. Para este profesor experto en estudios culturales, todo eso ha sido sustituido por un exceso de información, de placer y del hiperconsumo. En nuestra sociedad digital y del cansancio, la explotación ya no es impuesta. Han sido sustituidas por la autoexplotación: «uno se explota a sí mismo y cree que está realizándose». Nosotros mismos nos matamos a base de optimizarnos para autorrealizarnos. La esclavitud de ayer y los esclavos integrales, ¿en qué difieren?
Por eso, Han, dice que el hombre no ha nacido para trabajar, sino para jugar. Ha dedicado al ocio su último libro: Buen entretenimiento. Y, estamos ante otra nueva paradoja: «el ocio se ha convertido en un insufrible no hacer nada«.
2) Conocerse: ser dueño de tu vida y cambiar el mundo.
La gente está harta de catástrofes, de guerras, de políticos y de manipulaciones. La mala educación, la falta de respeto, el insulto y a veces la violencia y el odio están en la calle, en los medios y las redes sociales.
El poder, el dinero, los bancos, la deuda estatal y los dueños del mundo agobian.
El ciudadano de a pie, no se siente bien con la «información» (que cada medio o emisora) transmite de la realidad (según el dueño que paga), ni con las medias verdades, mentiras o descalificaciones de los adversarios profesionales, políticos (del color que sean) y sus votantes, creyentes o no, nativos o migrantes.
La persona que eres, la que yo soy, quiere/o ser consciente y dueño de tomar el mando de su vida personal, ser libre y capaz de conocerse, imaginar y potenciar lo que es y desea ser. Cualquier cambio comienza ahí, en uno mismo.
El conocimiento de uno mismo y el desarrollo y puesta en valor de ese descubrimiento es toda la aventura de la vida de cada uno. Esa aventura descubrirá no solo la dimensión profunda del ser humano, que abarca también otras dimensiones reales que vivimos aquí y ahora, y que alcanza al mundo que nos rodea y al universo.
Podemos viajar, vivir aquí o en distintos lugares, pero no variará lo que somos. Y a lo que deberíamos aspirar es ,no a tener más, ser más ricos, más poderosos, ni más sabios; la mayor aspiración es transformarnos en lo que hemos sido, somos y nunca dejaremos de ser. Eso sí, tenemos toda la vida para descubrirlo. Pero ese tesoro maravilloso que somos y tenemos, nadie nos lo regalará nunca. Es una conquista. Es cada uno quien debe descubrirlo y puede beneficiar, primero a uno mismo y también a los demás. El día que lleguemos a encontrarnos cambiará nuestra percepción del mundo y la realidad que nos rodea. Volveremos sobre ello, porque no es tarea de un día.
José Manuel Belmonte.