jueves , 21 noviembre 2024

‘El síndrome del copiloto’, de Vanessa Montfort: “Ocho jornadas con Óscar”

Hallo en esta obra de Vanessa Montfort ecos de la conocidísima Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. Aunque las separa casi un siglo (una se desarrolla en la época de la posguerra y otra en el alborear de este incierto siglo XXI) y difieren en algunos detalles circunstanciales de escasa importancia (en un caso la acción tiene lugar en un modesto pisito de una ciudad de provincias y con el cadáver de Mario de cuerpo presente en un ataúd y en el otro en un yate de recreo rumbo a Tánger y con las cenizas de Óscar en una pequeña urna funeraria), la situación a la que se enfrenta Marina tras la irreparable pérdida sufrida y el subsecuente shock emocional que experimenta con sus secuelas de tristeza, soledad y sensación de vacío, parece ser la misma que la de Carmen -la heroína de Cinco horas con Mario-, conflicto que desencadena un agudo y doloroso proceso introspectivo sobre la relación de pareja que desemboca en un cuestionamiento de su propia identidad como mujer.

El síndrome del copiloto

Nada nuevo bajo el sol, aunque la historia que trenza Vanessa Montfort en torno a la repentina muerte de Óscar y la promesa de Marina de llevar sus cenizas a Tánger embarque a ésta en una trepidante travesía por el luminoso mar Mediterráneo, convirtiendo esas ocho jornadas de duelo a bordo del “Peter Pan” -que así es como se llama el yate de marras- en un viaje iniciático con final feliz al más puro estilo de los relatos de aventuras, todo ello convenientemente aderezado con citas librescas del reducido pero selecto elenco de títulos que conforman la pequeña biblioteca de Óscar en su camarote del “Peter Pan”, desde Conrad a La Odisea pasando por Océano mar, de Alesandro Barico o El viejo y el mar de Ernest Heminway, en todos los casos literatura de aventuras con el mar como protagonista que vendrían a configurar el horizonte mítico de referencias en el que enmarcar esta nueva y azarosa singladura que ha emprendido nuestra protagonista.

De hecho la obra parece pautada por el constante paralelismo que establece la autora entre el viaje exterior, físico, lleno de dificultades y peligros para una inexperta en la navegación como es Marina, y su “viaje interior” hasta desembarazarse del miedo que la impide soltar amarras con el pasado y librarse del lastre de una educación pensada para el rol de “copiloto”. Este paralelismo, se lleva en ocasiones hasta el extremo de la caricatura, por ejemplo en el solapamiento de la tormenta que está a punto de hacer zozobrar la nave al atravesar las corrientes del estrecho (reproducida mediante un alarde de aparato escenográfico), y el acceso de ira, odio y despecho en que estalla la protagonista tras descubrir en uno de los libros de Óscar la carta a una amante. Otro de los puntos débiles de la pieza, a mi modesto entender, es el afán desmesurado por colocar frasecitas ingeniosas que sobreabundan en un tono sensiblero rondando, ocasionalmente, la cursilería: “Tu cabello sigue siendo cobre y ámbar como el sol del atardecer…” le espeta Óscar en una de esas vívidas evocaciones de un pasado feliz; y más adelante, con arrobamiento: “Observa cómo cambia el color de la mar, como si a las sirenas se les hubiese acabado el hilo azul y tejieran con uno más oscuro…” Y otras, no menos tópicas en que se refiere a Marina como “una sirena con el cuerpo cubierto de pulseras…”, o como “mi bello mascarón de proa…”.

Atinadas la música de Fernando Velázquez y la iluminación, suave, matizada de Valentín Álvarez en la recreación de una atmósfera propicia a la evocación y al recuerdo; quizá haya, como ya hemos indicado un exceso de artificio en el aparato escenográfico, con un velero cuyos vaivenes en el fragor de la tormenta recuerdan el movimiento pendular del botafumeiro de la catedral de Santiago. Respecto al trabajo de actuación, a Cuca Escribano (Marina) le cuesta alcanzar el tono emocional adecuado a la excepcionalidad de la situación que está viviendo. Cada desplazamiento, -limitado por el exiguo espacio físico de que dispone-, cada gesto, cada ademán, cada movimiento para tomar o dejar el teléfono móvil, la rueda del timón o la urna con las cenizas, denota falta de naturalidad y hasta sus risas ocasionales parecen forzadas. Con las transiciones insuficientemente marcadas reina la confusión sobre quién sea el destinatario al que van dirigidas sus palabras, si es al ausente Óscar, a ella misma o al público presente en la sala convertido en un interlocutor indefinido y anónimo. Luego, sobre todo después de la aparición de Óscar (Miguel Ángel Muñoz) en la cubierta del barco, su desempeño gana en eficacia y los personajes (el suyo y el de su partenaire) van cobrando perfiles más definidos hasta depararnos, cuando nos acercamos al final de la travesía, algunos momentos de genuina intensidad dramática que el público celebró con un largo aplauso a la caída del telón.

Gordon Craig. 11-IV -2022.

Ficha técnico artística

Autora: Vanessa Montfort.

Con: Cuca Escribano y Miguel Ángel Muñoz

Escenografía: Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer.

Iluminación: Valentín Álvarez.

Música: Fernando Velázquez.

Dirección: Vanessa Monfort.

Madrid, Teatros del Canal. 10 de abril de 2022.

Acerca de Gordon Craig

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