Del inabarcable acerbo de obras dramáticas de distinto estilo e intención que salieron de la pluma del “Fénix de los ingenios”, La discreta enamorada es, junto a El perro del hortelano o La dama boba, una de las piezas más celebradas del conjunto de las obras que la crítica ha denominado como “comedias costumbristas”. El deambular continuo de Lope por las ciudades españolas y por los ambientes más diversos unido a su fuerza imaginativa y a su portentosa capacidad para el verso explican la variedad y encanto de esa serie de comedias en las que retrata a todos los tipos de la sociedad de su tiempo, adelantándose en muchos casos al nuestro especialmente en lo que respecta a la ideación de personajes femeninos, mujeres cuya energía y determinación para romper con los convencionalismos sociales y reivindicar sus derechos -como en el caso de la protagonista de la obra que nos ocupa- dejarían en evidencia por pueriles muchas de las alharacas y soflamas del feminismo adanista de nuevo cuño que nos invade.
Sobre el trasfondo temático de la diferencia de edad en los matrimonios pactados late el imperativo del deseo que mueve a nuestra protagonista, Finea, desde el primer momento que su mirada se cruza con la del joven Lucindo. Y la estratagema del pañuelo -motivo que en Shakespeare acaba en tragedia, con Desdémona muerta a manos de Otelo-, en Lope sólo es un lance más, el primero de una serie que con singular inteligencia, osadía y discreción planifica y ejecuta Finea para conseguir su objetivo: desposarse con Lucindo justo el minuto antes de que el padre de éste, el Capitán Bernardo la lleve al altar. Hasta entonces, queda un largo camino por recorrer una larga serie de enredos, equívocos, fingimientos que no voy a desvelar para no arruinar la intriga, pero que la maestría de Lope y su domino absoluto de la carpintería teatral lleva hasta límites insospechados.
Lluis Homar, director del montaje y que hace, además, un papel destacado encarnando al Capitán Bernardo, ha optado por la espectacularidad sin renunciar -hay que apresurarse a decirlo-, al rigor textual y al exquisito trabajo con el verso haciendo de la cadencia, de la entonación y del ritmo, del lenguaje, en definitiva, de Lope, algo fluido y extrañamente comprensible, (casi un milagro, si uno lo compara con la insufrible prosodia de los actores jóvenes de las series de televisión españolas) para un público que disfruta de lo lindo de un texto por el que han pasado ya, no nos olvidemos, más de cuatro siglos y que demuestra gozar de una notable frescura. El montaje, como digo es espectacular; un derroche de medios materiales y humanos, con más de veinte personas en escena entre interpretes y técnicos que, dadas las exiguas dimensiones del escenario del Cervantes no sé si constituyen una ayuda o un obstáculo para el desarrollo de la acción. El vestuario y la ambientación, exuberantes, el omnipresente luminoso que corona el bar de alterne en cuyo interior e inmediaciones se desarrolla gran parte de la acción, la música en directo durante las transiciones y los números bailados, amén de evidenciar la destreza y habilidades de los actores confieren al conjunto del espectáculo un decidido tono desenfadado y carnavalesco que un público entregado agradeció al final con un cálido y cerrado aplauso.
A cada paso, en el movimiento escénico, en la composición de los sucesivos cuadros, en el ritmo y en la meticulosidad con la que están preparadas cada una de las escenas se nota el pulso firme de la dirección de Lluis Homar. Su trabajo como el Capitán Bernardo es asimismo notable; paladea los versos con una entonación milimetrada y un fraseo impecable; da el tipo de un anciano amante ingenuo y complaciente, padre autoritario, de continente altivo y ceremonioso, un punto engreído y cuya benevolencia es trasunto de un ademán donjuanesco. El resto del elenco, sin excepciones, también hace un estupendo trabajo y nos depara escenas memorables de una comicidad desbordante. No me resisto a citar a Marc Servera que hace el joven atolondrado e impetuoso Lucindo, atormentado por los celos y cegado por la pasión que le arrastra a las más pintorescas situaciones, secundado por su fiel criado Hernando (Pascual Laborda) no menos atrevido que él aunque más reflexivo y un punto socarrón como corresponde a la figura del gracioso. Montse Díez y Nora Hernández, Belisa y Fenisa respectivamente en la función, bordan sus respectivos papeles. La primera, la madre, una viuda sentenciosa, remilgada y santurrona, pero dispuesta a ceder a la concupiscencia -y a mejorar su condición- a la menor oportunidad sin hacer distingos hacia quien sea, viejo o joven, quien llame a las puertas de su castidad fingida. A Fenisa moteja algún personaje de “sabia, honesta, bella, cortés, discreta y gallarda”, y a fe que la desenvuelta Nora Hernández le presta todos estos y otros atributos en la construcción de su personaje. Decidida y determinada (como Melibea en La Celestina) es ella la que toma la iniciativa desde el primer momento para perseguir su objetivo. Astuta, calculadora, con un punto de ironía, es una sagaz urdidora de trampas e invenciones para prender en sus redes a sus incautos pretendientes a los que maneja como auténticas marionetas. Y en fin, “last but not least”, Mirian Queba que interpreta a la sensual cortesana Gerarda, una mujer de rompe y rasga que administra su ascendiente y sus favores y con descaro y desenvoltura; casquivana, socarrona, intrigante, martiriza a Lucindo que está colado por ella dándole celos con el figurón de Doristeo, Cuando ya es demasiado tarde porque el joven ha puesto los ojos en otra, pone a prueba, sin éxito, todos sus poderes de seducción para convencerlo y llena de despecho exhibe la ferocidad de una tigresa.
Gordon Craig. 17-VI-2023.
Ficha técnico artística:
Autor: Lope de Vega.
Con: Íñigo Arricibita, Xavi Caudevilla, Montse Díez,Cristina García, Ania Hernández, Nora Hernández, Antonio Hernández Fimia, Lluis Homar, Pascual Laborda, Cristina Marín-Miró, Felipe Muñoz, Miriam Queba, María Risco y Marc Servera.
Escenografía: José Novoa.
Vestuario: Deborah Macías.
Iluminación: Pilar Valdelvira.
Dirección: Lluis Homar.
XXII Festival Iberoamericano del Siglo de Oro.
“Cásicos en Alcalá”. Alcalá de Henares. Teatro salón Cervantes. 17 de junio de 2023.