Desconcertado y emocionado al comenzar a escribir. Tengo seguro que quiero escribir sobre una isla que se puede hundir y sus habitantes peligran. Me entristece y me indigna. Pero al saber más, crece la esperanza de que sea el comienzo del futuro.
Resulta que hay dos islas a cual más desconcertantes. Tal vez el lector descubra cual es una y cuál es la otra. Ojalá la Humanidad aprenda de las dos.
1) La isla de Bhasan Char.
Por supuesto que existe. Emergió en el golfo de Bengala en 2006, debido a toneladas de sedimento fluvial de los grandes ríos. Se encuentra a unos 50 km de Bangladesh, en una zona de riesgo anegable.
En ese país suceden cosas importantes. Es uno de los países más densamente poblados del planeta. Para hacernos una idea, si en la Tierra somos unos 7.500 millones, en Bangladesh, da la sensación de que la mitad de la especie humana se ha concentrado en un espacio equivalente a una tercera parte de España. De hecho tiene más habitantes que Rusia. Allí es matemáticamente imposible que una persona esté sola. Y acostumbrarse a ello requiere su tiempo.
Además del previsible aumento demográfico se añade la inmigración. Se ha producido el asentamiento de cerca de un millón de refugiados «rohinyás» que han huido de Birmania o Myanmar, debido a la represión sufrida por aquella dictadura militar, que no les reconoce como ciudadanos y por la oposición de los monjes budistas. La ONU lo calificó de un intento de genocidio por parte del ejército birmano. Los rohinyás son en su mayoría musulmanes. Dicen que es «un pueblo sin patria y sin amigos». Pero en Bangladesh a los que huían les proporcionaron varios asentamientos precarios, al sur, en el distrito de Cox’s Bazar. Hoy están saturados, cerca de la frontera con Myanmar.
El crecimiento demográfico, pese al acusado descenso de la fecundidad, seguirá pues en aumento en las próximas décadas y según las previsiones, en el año 2050, cuando su población probablemente alcance los 220 millones, buena parte de su actual territorio se encuentre sumergida de forma permanente, si se cumplen las expectativas sobre el cambio climático.
Por eso, además del aumento de la población, el otro problema capital es el agua. Todo el sur, y concretamente esa zona próxima al delta, está azotada por monzones, tornados, y ciclones que elevan el nivel del mar, y por el deshielo provocado por el cambio climático.
De hecho, en el mes de mayo pasado 2020, la embestida de «Amphan», el tifón más potente en dos décadas en el Golfo de Bengala, con vientos de 185 km/h, causó cuantiosos daños y las evacuaciones en curso se vieron complicadas por la pandemia del coronavirus. Pese a ello casi 3 millones de personas fueron evacuadas. La marejada podría haber alcanzado olas de hasta 5 metros de altura.
Hace ya 50 años, el 13 de noviembre de 1970, el tifón «Bhola» causó al menos 500.000 muertos, por entonces era Pakistán oriental. El dato es simplemente a tener en cuenta, porque Bangladesh es, con diferencia, el país más afectado por los tifones. La isla de Bhasan Char suele inundarse con los monzones. el dilema es ¿Vivir allí o huir?
Este mismo año, un barco con cerca de 300 refugiados rohinyás desembarcó en Indonesia, tras varios meses en alta mar. Al menos 30 de ellos fallecieron durante la travesía, según han relatado los supervivientes.
El gobierno de Bangladesh viene trabajando desde 2018 en un proyecto, con la idea de trasladar a 100.000 refugiados, de la zona de Cox’s Bazar, donde se encuentran, para descomprimir los campos, al borde del colapso. En enero de este año 2020, el proyecto avanzaba a pesar de la oposición de los líderes rohinyás y los grupos de derechos humanos.
El día 3 de diciembre ha comenzado el traslado de los refugiados rohinyás, que habían huido en 2017 de Myanmar. Eso sí, pese a que las autoridades bangladesíes habían prometido que el traslado sería «voluntario», la gente dice: «Nos han traído aquí a la fuerza«. En autobuses les han ido llevando a la ciudad portuaria de Chattogram, y desde allí en barcazas a la isla de Bhasan Char.
La ONU había dicho este mismo año: «No vamos a apoyar el traslado. Queremos visitar la isla».
Human Rights Watch (HRW) añade en un comunicado que muchos refugiados que inicialmente habían aceptado el traslado cambiaron de opinión al conocer que en la isla estarían recluidos en “instalaciones similares a una prisión” y sin libertad de movimiento. El director para Asia de HRW, Brad Adams, denuncia que, si los traslados han sido involuntarios, Bangladés “está incumpliendo activamente su promesa a la ONU de no reubicar a ningún refugiado en la isla de Bhasan Char hasta que los expertos humanitarios hayan dado luz verde a la iniciativa”.
Al enterarse de los hechos, la gente de otros países, pueden pensar que esa isla es una reclusión como la de «Alcatraz». Pero la roca de Alcatraz, de la pequeña isla del centro de la bahía de San Francisco, en California, es hoy un Parque Nacional y pude visitarse.
2) ¿Estamos ante el principio de un genocidio o una apuesta de futuro?
¿O ambas cosas? La respuesta está en el tiempo, y no en el viento. Incluso la respuesta puede estar en otro lugar muy alejado de Bangladesh. ¿Podrá evitar, desde allí, la catástrofe climática?
No lo sabemos, pero, hoy sabado,12 de diciembre 2020, en París puede decidirlo la Conferencia Internacional de Naciones Unidas, sobre la Cumbre del Clima. La cumbre será virtual y telemática, pero cerrará un acuerdo para reducir las emisiones de CO2 por lo menos hasta 2030.
El Secretario General de la ONU, A. Guterres ha pedido a todos los líderes mundiales que «declaren un estado de emergencia climática», para intentar limitar el calentamiento global a 1,5ºC. Quieren, relanzar la lucha, porque según los últimos informes, al ritmo de emisiones actuales el Plantea se encamina hacia los 3ºC de calentamiento. ¡Y han pasado solo 5 años desde el último acuerdo Acuerdo de Paris!
Uno se pregunta, ¿por qué Bangladesh, una nación superpoblada, amenazada por tifones, inundada con frecuencia por los ríos y la subida del mar, no se da por vencida, ni espera a las decisiones de Naciones Unidas?
No es que vaya por libre, pero toma decisiones. Es un país que no solo ha acogido a los rohinyás, y por lo menos ha intentado una solución. Las viviendas que aparecen en las fotos, tienen un muro perimetral ante la crecida del mar. La ONU, con más recursos, ¿qué ha hecho por ellos desde 2017?
Es cierto que en este país hay familias que han perdido muchas veces sus precarias viviendas por las inundaciones, pero las han reconstruido o han tenido que desplazarse a algún lugar más elevado. Muchas viviendas tienen dos alturas, y gracias al bambú, incluso los hijos han aprendido a agarrarse para sobrevivir.
Amarrada seis días a la semana, una barcaza escuela de propulsión solar, colabora en la educación de los niños cuyos hogares sufren inundaciones periódicas. La barcaza puede desplazarse a los lugares donde viven para ofrecer enseñanza y servicios básicos de salud. Profesores y Sanitarios ayudan gracias al BRAC (antiguo Comité para el Progreso, Rural de Bangladesh) que está considerado el mayor programa privado de educación del mundo. Más de dos millones de alumnos de las escuelas de la organización se han graduado hasta la fecha, pues cuentan con 34.000 escuelas y profesores a tiempo parcial, trabajando en 60.000 pueblos (el 69%) de los 64 distritos de Bangladesh. El servicio de salud, llega a 31 millones de personas en 33.116 pueblos.
No hay que olvidar, que en Bangladesh nació también el movimiento mundial de los microcréditos, iniciado por el Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunnus y su Banco Grameen. La subsistencia de personas tan desfavorecidas, la mitigación de la pobreza de familias sometidas a tantos desastres naturales, el progreso no sería posible sin los microcréditos a las organizaciones locales, con un índice de devolución del 98,85 %. De hecho, el incremento anual medio del PIB debido al BRAC es más rápido que el conjunto de Bangladesh.
Sus cosechas de arroz, en sus parcelas, se han anegado en muchas ocasiones. Agricultores pueden cambiar de casa hasta 40 veces en su vida. Han encontrado semillas que soportan mejor la salinidad del agua y muchos han aprovechado las inundaciones para cultivar cangrejos y camarones además de arroz en las lindes.
Es posible que la solución de la isla Bhasan Char no sea la mejor. La amenaza del océano es real. Pero no pueden esperar eternamente, hasta que alguna nación o la ONU, ponga en marcha una solución mejor. Este país, es una especie de laboratorio mundial donde experimentar soluciones innovadoras destinadas a paises en vías de desarrollo. Posiblemente, debido a la contaminación mundial y el efecto invernadero (que otros países provocan),cuando este país tenga 250 millones de habitantes, en la Tierra habrá millones de «refugiados climáticos«. Entonces, los pueblos del litoral serán más vulnerables, según los expertos.
Así que pese a todos sus problemas, Bangladesh es un lugar donde la adaptación al cambio climático parece posible, y donde ya se están poniendo a prueba todas las medidas imaginables que no requieran tecnologías avanzadas. Con el apoyo de algunos países industrializados, una larga lista de ONG internacionales ayudan a sobrevivir. Gracias a todos las innovaciones están ganando credibilidad, gracias a un recurso que la población bangladesí posee en abundancia: resiliencia. Antes de que acabe este siglo, el mundo, en lugar de compadecer a Bangladesh, podría tomar ejemplo de él, como algunos apuntan.
3). «La isla de las emociones».
No puedo dejar de pensar que la pequeña isla de Bhasan Char, ya es desde este mismo mes, Isla de las emociones. Y al decirlo, caigo en la cuenta de que el escritor argentino Jorge Bucay, tiene un escrito preciosos titulado precisamente así. La idea base de este psicoterapeuta es: «Creo que el mundo no es un lugar para competir, sino para compartir». Lo puso de manifiesto, en una isla que también se estaba inundando y en cuya orilla pedía ayuda a las barcas que pasaban cerca.
El diálogo personificado entre quienes abandonaban la isla y el náufrago es estremecedor y poético. El autor mismo lo narra en YouTube, «La isla de las emociones». No me gusta el suspense, pero, en este caso prefiero no adelantar nada y que el lector escuche el final de la odisea.
José Manuel Belmonte.