Obedece a una actitud muy común -y hasta loable- entre los progenitores la aspiración a que sus hijos alcancen mayores cotas de felicidad, bienestar material, reconocimiento social, …, una mejor “posición”, en suma, de la que ellos disfrutaron, sea lo que fuere lo que esa palabra signifique, y para ello no ahorran esfuerzos en perfeccionar y ampliar su formación académica sometiendo en ocasiones a sus vástagos a interminables sesiones de refuerzo de las tareas escolares y convirtiendo su infancia en un verdadero infierno.
Con su proverbial agudeza para penetrar en las relaciones personales en el seno de la familia, acreditada, entre otras, en obras como La realidad (2013) o Los dramáticos orígenes de las galaxias espirales (2016) y bajo un título no menos rimbombante y pintoresco, en La omisión del si bemol tres Denise Despeyroux nos traslada al universo delirante de unos padres primerizos aquejados de una enfermiza y compulsiva obsesión por hacer de su hijo un genio. Atraídos por el reclamo del método “Tomatis”, pionero en el empleo sistemático de la estimulación precoz, han decidido exponer a su retoño a la reiterada audición de la música de Mozart convencidos de los supuestos efectos benéficos que ello tiene para el ulterior desarrollo cognitivo y emocional del lactante: el conocido como “efecto Mozart”
Clara y Miguel, que así se llaman estos crédulos y voluntariosos padres, llevan administrando generosas dosis de la Sonata para dos pianos K 448 de Mozart a su hijo Jonás ya desde semanas antes del alumbramiento. Ahora Jonás tiene cuatro meses y los efectos en su desarrollo inducidos por la exposición a la música no parece ser los esperados. En el blog de un tal Dr. Atila, que Clara visita asiduamente como fuente fidedigna de documentación relativa al proceso de estimulación de su hijo, encuentra una información sorprendente: un musicólogo holístico (sic) de origen austrohúngaro, toda una eminencia científica, ha descubierto una particularidad sobre la música del genio de Salzburgo que viene a dar al traste con todas sus expectativas. Resultado: hay que cambiar de estrategia. Obviamente ambos cónyuges discrepan sobre el modo de abordar el problema, y a partir de ese momento estalla el conflicto que desencadena la acción dramática.
Escrita en clave de comedia, la autora sumerge a los personajes en una serie de situaciones absurdas, teñidas, en algún caso, de humor negro, empujándolos a una carrera de despropósitos y disparates de dimensiones colosales para salirse con la suya, despropósitos, por cierto, que el público aplaude enfervorizado. Rehuyendo por igual la vulgaridad y la condescendencia y el halago al respetable, la autora ironiza sobre algunos de los tópicos más frecuentes sobre la crianza y la socialización de los hijos, pero también sobre la enfermedad -la obra se desarrolla durante un confinamiento en medio de una pandemia provocada por un raro virus de Burkina Faso-, o sobre los nuevos roles sociales y familiares, tópicos que han hecho fortuna en el imaginario de las nuevas generaciones de padres configurando un nuevo marco conceptual forjado con los residuos de la bazofia ideológica posmodernista recodificada como corrección política, negacionismos varios hasta dar en los excesos de la cultura de la cancelación.
La obra avanza a buen ritmo, sustentada en continuas rupturas del estatus quo y con la constante aportación de nuevos elementos de conflicto a cual más delirantes y merced a unos diálogos ágiles, salpimentados de sentencias ingeniosas, que los actores incorporan con destreza digna de encomio mientras parecen aceptar con la mayor naturalidad del mundo actitudes y/o comportamientos dignos de figurar en los manuales de psiquiatría o en el museo de los horrores. Antonio Romero encarna a Miguel a un pobre diablo un tanto hipocondríaco y sufrido padre de familia que, movido por el fin superior del futuro de su hijo, conlleva como puede las excentricidades de Clara (espléndida creación de Maya Reyes ) su pareja, una chiflada con síndrome maniaco-depresivo, trastornada a partes iguales por su adicción a las prédicas de los profetas de nuevo cuño que pueblan las redes como por un insufrible poso de pensamiento mágico heredado del “Flower power”, de las colonias hippies de los sesenta que probablemente frecuentaros sus progenitores.
Gordon Craig. 15-X -2022.
Ficha técnico artística:
Autor: Denise Despeyroux.
Con: Maya Reyes y Antonio Romero.
Iluminación: Pau Fullana.
Diseño sonoro: Eloy Sansón.
Dirección: Denise Despeyroux.
Alcalá de Henares, Corral de Comedias. 14 y 15 de octubre.
Avance de los próximos espectáculos en el Corral:
21 y 22 de octubre: Reminiscencia, de Mauro Malicho Vaca Valenzuela.
29 y 30 de octubre: Parade, el circo de los valientes. Con Elisa Ramos y Joaquín Casanová.