Cuando pensábamos que el equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Guadalajara más irrelevante, ineficaz, sectario, propagandístico, falaz, censor e inane, pero a la vez el más oneroso desde la Transición, no podía hacer más el ridículo tras la nada graciosa charlotada de la disco móvil en lo más duro de la pandemia, o la supuesta revitalización del centro histórico mediante la colocación de unas jardineras de colores chillones que rechazaron incluso los guías turísticos de la ciudad… hete aquí que aún nos tenía reservada una última sorpresa: la colocación de una placa conmemorativa a mayor gloria de Alberto Rojo, en honor a las obras de reforma de unos vestuarios. Vanitas vanitatum omnia vanitas.
Al prodigioso evento -que a buen seguro cambiará espectacularmente la vida de las próximas generaciones de guadalajareños, por lo que entendemos que una placa es incluso poco reconocimiento para tan insigne procer-, no faltaron autoridades, correveidiles, futuros cesantes en busca de acomodo…
Y el espectáculo aún hubiera tenido más lustre de haber contado con la presencia del presidente de las Cortes de Castilla La Mancha, Pablo Bellido, tan pródigo últimamente en este tipo de actos. Quizá la inaguración del nuevo adoquinado de alguna callejuela de cualquier poblachón manchego lo tenía entretenido… Otra vez será.
No queremos ni imaginar el tamaño de la placa, y de las letras con su nombre, que se coloque el día que Alberto Rojo inaugure un edificio público completamente nuevo….
No puedo estar más de acuerdo con lo dicho respecto a la placa por la reforma de unos simples vestuarios en la Piscina municipal. A ver, Alberto Rouge, ¿era tan necesario poner tu nombre ahí? Gran ridículo y tontuna… ¿Te lo aconsejó la Simón, esa concejala que es todo un compendio de sabiduría? Espero que las urnas os barran y ver cómo te pegas codazos con el Use Robles o el Bellido para pillar las pocas poltronas que os queden…