martes , 3 diciembre 2024

‘La última cinta de Krapp’, de Samuel Becket: “Intenso y conmovedor ejercicio de rememoración”

Con una escritura que iba ya camino del vaciado total de una referencialidad al uso del drama burgués -que completaría en obras como Esperando a Godot, Fin de partida o Días felices-, con una reducción a la mínima expresión de la materialidad del espacio escénico, -aquí este se reduce a una desvencijada mesa de escritorio, a un sillón y una mortecina tulipa en una mancha de luz- y un adelgazamiento de la fábula y de la acción dramática a sus límites más extremos, la pieza que comentamos constituye un epítome de la obra toda del dramaturgo irlandés.

La última cinta de Krapp es un doloroso y, a la vez, luminoso ejercicio de rememoración. En la soledad del oscuro y mal iluminado cuchitril donde transcurren sus días, en un intento desesperado por recuperar el pasado, Krapp siente la necesidad de escuchar una vieja grabación que hizo treinta años atrás. Al parecer tenía por costumbre consignar a modo de diario las impresiones del día en forma de grabaciones. Tras una minuciosa comprobación de sus papeles, donde tiene anotadas la fecha y el contenido precisos de estos documentos sonoros, localiza la cinta buscada que, al parecer, conserva recuerdos de una noche decisiva de su vida ( “aquella memorable noche de marzo en el extremo del muelle…”) y se dispone a escucharla en un viejo magnetófono de carretes que tiene sobre la mesa de su escritorio.

La última cinta de Krapp

Con frecuentes interrupciones, avances y retrocesos en el discurrir de la cinta, la audición avanza mientras Krapp da forma a las emociones que despiertan en él las palabras escuchadas, produciéndose un curiosa y fecunda interlocución, las más de las veces silenciosa -aunque no exenta de algunas exclamaciones, ruidos, carraspeos o carcajadas-, del presente con el pasado, un pasado de perfiles borrosos alumbrado por una alocución encapsulada, por un habla a duras penas capaz de apresar -como dice acertadamente Sanchis Sinisterra- “la sombra deteriorada de un recuerdo”. En algún sentido, y a la par que la mera representación de la soledad y el desamparo absolutos de este septuagenario, ya en la etapa de la decadencia y empeñado en revivir una frustrante experiencia de desamor, Beckett está teatralizando la incapacidad misma del habla, su inadecuación e impotencia como vehículo de una comunicación genuina, certificando, en suma, la radical soledad del ser humano.

 Sandra Félix, (la directora) y Luis de Tavira, único intérprete, parecen haber dado con la clave de bóveda de la teatralidad becketiana y nos ofrecen un espectáculo deslumbrante, sí, con unos mínimos elementos escenográficos y un trabajo actoral reducido a las acciones esenciales, a la quietud y hasta el silencio, -en las numerosísimas interrupciones y pausas que jalonan el texto-, en un proceso que sigue escrupulosamente las pormenorizadas didascalias y acotaciones escénicas y el ritmo interno del texto pautado por la marcha adelante y hacia atrás de la cinta y por la reiteración de los pasajes culminantes a los que Krapp vuelve una y otra vez como en un triste y patético ritornello. Pasajes en los que se demora con delectación, impaciencia, disgusto o asombro; paréntesis de ensimismamiento en los que detiene la reproducción para luego reiniciar la escucha con energías renovadas y enfrentarse a la imagen de sí mismo que le devuelven sus palabras proferidas hace tiempo y en las que ahora apenas si se reconoce.

Un trabajo sin paliativos prodigioso con un Luis de Tavira en estado de gracia que hace gala de un inagotable arsenal de recursos de la expresividad corporal y gestual para dar vida al caudal de emociones que embargan al personaje mientras oye la cinta en lo que constituye una verdadera celebración de la escucha. Ora pausado, comedido, sereno, gozoso, ora contrariado por un sentimiento de frustración o una vaga sensación de desasosiego; pasando de la risita cómplice a la carcajada sarcástica, de la ternura a la desolación y el abandono y siempre con un punto de humor característico que aviva la tenue llama de la esperanza. Y todo dentro de la contención más exquisita  y del dominio permanente  del color y de la temperatura de cada escena, de cada réplica, podría decirse. Una de las más aquilatadas interpretaciones de Beckett a las que he tenido ocasión de asistir. Sencillamente espléndido.

Gordon Craig, 13-X-2023

Ficha técnico artística:

Autor: Samuel Beckett.

Con: Luis de Tavira.

Diseño escenográfico y de Iluminación: Philippe Amand.

Vestuario: Jerildy Bosch.

Dirección: Sandra Félix.

Festival de la Hispanidad.

Madrid, Teatro de la Abadía.

11 y 12 de octubre de 2023.

Acerca de Gordon Craig

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