jueves , 30 enero 2025

‘Los de ahí’, de Claudio Tolcachir: “Realismo social con toques sainetescos”

Los años pasan, las sociedades evolucionan pero bajo diversas formas y ropajes la pobreza, la exclusión, el desarraigo y la marginalidad se perpetúan. Hablaba Virtudes Serrano –para caracterizar el teatro de los años cincuenta- de una nueva noción de realismo que “tiene por objetivo contar desde la escena los aspectos menos tolerables de una sociedad en la que los individuos más desfavorecidos por la fortuna luchan por una vida sin horizontes y avanzan hacia un incierto porvenir en la azarosa situación de la posguerra”. Y si eliminamos de la ecuación el término “posguerra” y los sustituimos por “primer cuarto del siglo XXI” estaríamos ante un juicio que acierta de pleno como caracterización del montaje que nos ocupa.

En La taberna fantástica de Alfonso Sastre, por ejemplo, paradigma del teatro social de la época a la que se refiere Virtudes Serrano –y con la que la pieza de Tolcachir guarda innegables similitudes- los protagonistas eran un grupo de quincalleros del barrio del extrarradio madrileño Arroyo Abroñigal congregados en torno a la taberna de Luis; en Los de ahí, la obra que comentamos, estamos ante un grupo de riders, afincados en un lugar indefinido pero que puede identificarse con un poblado chabolista a las afueras de cualquier gran urbe moderna; cinco seres humanos desclasados, de las más variopintas procedencias geográficas, que tratan igualmente de sobrevivir en condiciones infrahumanas, ocupando el exiguo nicho vital que les ofrece nuestra sociedad llamada del “bienestar”.

Una extraña máquina expendedora de paquetes situada en el talud de la escombrera que les sirve de refugio se activa cada poco indicando con un sonido estridente y una señal luminosa la presencia de un paquete que demanda los servicios de un mensajero para ser despachado a su destinatario; a cambio, el afortunado recibirá un magro estipendio que se hace efectivo automáticamente una vez verificada la recepción correcta del envío. Un buen día, como por arte de birlibirloque, la máquina desaparece sin dejar rastro en la aplicación de los móviles de los repartidores y estos tendrán que buscarse un nuevo modus vivendi. Para entonces ya hemos tenido ocasión de conocer retazos de la historia personal de estos desventurados sin techo y los vínculos de hermandad que se establecen en esta pequeña comunidad de intereses y afectos; saber de sus sueños e ilusiones y de su incierto futuro gobernado por el caprichoso algoritmo que controla los deseos nunca satisfechos de los consumidores compulsivos.

Sin el brío y la contundencia en el desarrollo de la acción y sin la finura en el análisis psicológico de los personajes de Tercer cuerpo o de La omisión de la familia Coleman, obras con las que irrumpió como una bocanada de aire fresco en la cartelera madrileña en 2009, el dramaturgo argentino Claudio Tolcachir incide en su línea de realismo social y lo hace con una mirada indulgente, comprensiva y abriendo espacios para la distensión y la carcajada, pero sin dejar de alertarnos sobre la creciente indiferencia de la sociedad hacia los desposeídos y sobre el hecho cierto –como han demostrado las repetidas crisis recientes-, de que, dado el caso, podríamos nosotros mismos llegar a ocupar su lugar.

Ambientación y puesta en escena secundan sobradamente las exigencias de un texto sin apenas inflexiones ni altibajos en la tensión dramática, salvo ocasionales e incruentas explosiones de cólera por motivos de escasa trascendencia, para volver enseguida a la camaradería que reina entre todos los miembros del grupo de iguales en el infortunio. Y lo mismo cabe decir con respecto al trabajo de los actores para incorporar a sus respectivos personajes, aunque todavía se advierta en los intérpretes un exceso de esfuerzo en la diferenciación de los respectivos roles, de jovialidad en el obsequioso y bromista Nuno (Fer Fraga), de rectitud y severidad en Munir (Nourdin Batán) quien, después de todo es el que mantiene mayor presencia de ánimo en la adversidad, o de vulnerabilidad en el caso de Dani (Gerardo Otero) que en todo caso es de los cinco, junto Susan (Malena Gutiérrez), el que parece peor tratado por la vida y el más necesitado de protección y cariño. Todos, incluida la animosa, temperamental y divertida Mirja (Nuria Herrero) que introduce una nota de optimismo y de sentido de la realidad -aunque no sé si sabe a ciencia cierta el negro futuro que la espera en compañía de Nuno-, todos insisto, podrían haber sido integrantes de la larga nómina de “Caídos del cielo”, de la inolvidable Paloma Pedrero.

                                                                                   Gordon Craig. 26-I-2025.

Ficha técnico artística:

Texto: Claudio Tolcachir..

Con: Nourdin Batán, Fer Fraga, Malena Gutiérrez, Nuria Herrero y Gerardo Otero.

Escenografía y vestuario: Lua Quiroga.

Iluminación: Juan Gómez Cornejo.

Diseño de sonido: Sandra Vicente.

Dirección: Claudio Tolcachir.

Madrid. Teatro María Guerrero. Hasta el 9 de marzo de 2025.

Acerca de Gordon Craig

Ver también

El colesterol, riesgo cardiovascular y tratamiento con estatinas

Introducción El colesterol, una sustancia cerosa y grasa presente en todas las células de nuestro …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.