Hay ocasiones en que objetos que una vez pertenecieron a Madrid, y se encontraron en sus calles, terminaron, por diferentes avatares del destino, formando parte del patrimonio de otras ciudades.
Hoy traemos a estas páginas uno de estos casos, desplazándonos para ello a la ciudad de Valencia, donde, una vez salvado el viejo cauce del Turia por el puente del Real, se encuentra un pequeño parque de aire romántico, el Jardín de Monforte, en el que encontramos un vestigio del Madrid antiguo.
Texto y fotografías: Mario Sánchez Cachero
En la entrada de este jardín, una vez traspasado el bello palacete que forma parte de la propiedad, encontramos una exedra formada por bustos de escritores y filósofos, presidida por una breve escalinata de apenas cuatro peldaños, flanqueada por dos jambas neoclásicas y dos pequeños leones de piedra, cuya forma nos recuerda a algo familiar. En concreto, a los felinos que se hallan a los lados de la fachada del Congreso de los Diputados, obra del escultor zaragozano Ponciano Ponzano (1), de cuyo buril salió el magnífico frontispicio que lo corona.
Pero los imponentes leones de Ponzano no fueron los primeros en colocarse en el solemne edificio de la Carrera de San Jerónimo. Antes de ellos existieron dos tallas, también obra del artista aragonés, que, por problemas presupuestarios, se labraron en yeso pintado con betún de Judea para darles la apariencia de estar hechos de bronce. La idea no pudo ser peor. Las lluvias estropearon las estatuas de tal manera que no tardaron en ser retiradas, sustituidas por otro par de esculturas que, debido al elevado presupuesto presentado por Ponzano, se encargaron a otro escultor, el abulense José Bellver y Collanzos (2), quien dio forma a dos leones, tallados en piedra de Colmenar.
Pero, de nuevo, algo falló. Las medidas de las nuevas esculturas, apenas un metro de largo, eran claramente desproporcionadas ante la grandiosidad de la columnata y las escaleras del Congreso, lo que hizo que el pueblo los comparara con perros rabiosos. Aun así, su factura es más que correcta, y no dejan de provocar cierta ternura a quien los contempla.
Tras ser retirados y sustituidos por las estatuas que hoy podemos contemplar, los leones de Bellver fueron guardados en un almacén hasta que son compradas por el empresario valenciano Juan Bautista Romero, marqués de San Juan, para adornar la finca que había adquirido en su ciudad natal, que no es otro que el actual Jardín de Monforte.
Allí se encuentran en la actualidad, siendo uno de los lugares más concurridos por los novios, quien lo eligen como escenario para sus fotografías de boda. A quien esto escribe le tocó esperar para hacer las fotografías de este breve artículo a causa de uno de estos enlaces.
(1) Ponzano era un notorio supersticioso, y creía firmemente que esculpir animales en piedra atraía la mala suerte, aunque hiciera más de uno a lo largo de su carrera. Quizá su presupuesto fue tan elevado a causa de ello.
(2) José Bellver era miembro de una importante familia de .escultores. Uno de ellos, su sobrino Ricardo Bellver fue el autor de «El Ángel Caído», del Parque del Retiro.