Decir ‘Diane Keaton‘ es traer al recuerdo del cinéfilo avezado escenas míticas de la Historia del Cine de los últimos cincuenta años: la trilogía del Padrino de Coppola (1972-1990), películas dirigidas por Warren Beaty (Rojos, 1981), Richard Brooks (Buscando al señor Goodbar, 1973), Alan Parker (1982), George Roy Hill (1984), Leonard Nimoy – el fantástico Sr, Spock de Star Trek– (El precio de la pasión, 1988), o Lawrence Kasdan –más conocido como guionista de algunos episodios de Star Wars (¡Por fin solos!, 2012).
Ella misma ha desarrollado una modesta carrera como directora de películas, algún documental, tv movies y capítulos de serie para televisión (como para Twin Peaks, la más célebre de todas).
Pero decir ‘Diane Keaton’ es, en realidad, decir ‘Woody Allen‘, con quien trabajó en, al menos, ocho películas, siendo Annie Hall (1977) y Manhattan (1979) las más icónicas (como se dice ahora), aunque yo prefiera decir las mejores, las más maravillosas de este genio del cine que ahora se ve atacado por la fascista ‘corrección política’ que reina en el Hollywood actual, aunque dos juzgados y dos de sus hijos, por cierto, psicólogos, le hayan eximido de cualquier culpabilidad. Diane Keaton sigue creyendo en el hombre con el que compartió la vida, la emoción y la creación de aquéllas imágenes del viejo Nueva York que nublan, aún, nuestros ojos cuando las volvemos a ver, una y otra vez, y que forman base esencial de la educación sentimental de muchas generaciones.
Eso sí, Mejor que nunca, no es precisamente una película para el recuerdo. Una comedia mal construida, irreal e inverosímil, calificada por algún crítico como “antigualla” (con toda razón), que desperdicia malamente la presencia de joyas de la actuación como la propia Keaton, Rhea Perlman o Pam Grier, y que no sabe tratar –por incapacidad de un guión disparatado-, por ejemplo, el terrible tema del cáncer y la espera de la muerte. Solo encuentro un elemento que puede reconciliar, quizás, a algunas personas, con la trama de esta malhadada historia: da lo que promete, algo a lo que ya nos tiene acostumbrados nuestra querida actriz desde hace años, con películas que pretenden entretener y que, como siempre se ha dicho, nos hacen olvidar las duras verdades de la vida y de la muerte.
Muchas personas atribuyen a Goering, a Goebbels, a Himmler, a Hess, o a Millán Astray esa frase famosa: “cuando oigo la palabra cultura, saco la pistola”, y se imagina uno a Goebbels, embutido en su uniforme nazi, dejando la pistola en la mesa de su despacho ante su interlocutor, lentamente, acariciándola, todo muy peliculero, con esa frase de guionista de raza hollywoodense, aunque en realidad, sea obra del escritor nazi Hanns Johst que en su obra teatral Schlageter, hace decir a un personaje: “cuanto oigo hablar de cultura le quito el seguro a mi Browning”. Pero esto, es otra historia.
Yo, cuando escucho o leo ‘Diane Keaton’, saco la entrada al cine.
Sinopsis:
Martha (Diane Keaton) vive en una residencia de ancianos y, animada por su compañera Sheryl (Jacki Weaver), decide montar un equipo de animadoras con sus compañeras. Lo que comienza siendo un hobbie se acaba convirtiendo en algo más serio cuando deciden presentarse a una competición. Para ello, contratan a una joven cheerleader (Alisha Boe) que se encargará de entrenarlas. (FILMAFFINITY).
Ficha artística:
Título original: Poms
Año: 2019
Duración: 91 min.
País: Reino Unido
Dirección: Zara Hayes
Guion: Shane Atkinson
Música: Pedro Bromfman
Reparto: Diane Keaton, Jacki Weaver, Pam Grier, Celia Weston, Rhea Perlman,Charlie Tahan, Bruce McGill, Alisha Boe, Phyllis Somerville, Suehyla El-Attar,Sharon Blackwood, Carol Sutton, David Maldonado,
Productora: Coproducción Reino Unido-Estados Unidos; Sierra Affinity / Mad As Birds / Green Rose Pictures
Estreno en España: 7 de junio de 2019