Polémico hasta la saciedad, en su pensamiento político, en sus frecuentes manifestaciones públicas y hasta en la deriva de su vida sentimental junto a la no menos controvertida Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre nos obsequia aquí con una divertidísima comedia en clave de farsa injustamente olvidada, enterrada, podríamos decir, durante años, bajo el espesor de sus escritos de filosofía y del resto de su producción teatral de registro más dramático (Las moscas, A puerta cerrada o Los secuestrados de Altona, por poner sólo unos ejemplos). Hablamos de Nekrassov, que se repone ahora en el teatro de la Abadía después de una brillante -y corta- estancia en esta misma sala la pasada temporada.
Estrenada en 1955, en plena Guerra Fría, su crítica indirecta al régimen estalinista no dejo de despertar suspicacias entre la izquierda francesa de la época, aunque en realidad lo que la obra se propone es satirizar la indesmayable labor de acoso y derribo de la ideología comunista llevada a cabo por la prensa de derechas, en connivencia, a veces, con las más altas esferas del estado incluida la policía política. A fecha de hoy, en plena expansión de la moda de las fake news y en los prolegómenos de la formación de un gobierno que promete crear organismos de control de la información en las redes sociales con funciones parecidas a las del “Ministerio de la Verdad” del 1984 orwelliano, la obra revela su carácter casi profético e induce, entre carcajada y carcajada, a una reflexión de fondo sobre el poder manipulador de los medios de comunicación y sobre la creciente amenaza de los poderes públicos sobre la libertad de expresión.
La obra está ambientada en el París de los años cincuenta, en plena Guerra Fría, como ya se ha indicado. El conocido estafador George de Valera, acorralado por la policía y de manera un tanto extraña entra en contacto con el redactor jefe del periódico conservador “Soir de Paris”. Para entonces ya sabemos que Sibilot (tal es el nombre del redactor) se encuentra en apuros, atosigado por el director del periódico, Jules Palotin, para que encuentre como sea alguna noticia que apoye la estrategia de desprestigio de la izquierda en la que está volcado el periódico ante unas inminentes elecciones. De Valera descubre enseguida el carácter débil, voluble y acomodaticio de Sibilot y valiéndose de su labia y sus dotes de persuasión consigue convencerle de una estratagema descabellada para salvarle el pellejo ante su jefe y ante el consejo de administración en pleno del periódico que se le está echando encima, y además, poder escabullirse de la policía y disfrutar de un holgado modus vivendi a costa del periódico. La estratagema consiste nada más y nada menos que hacerse pasar por un tal Nikita Nekrassov, un alto funcionario ruso disidente, a la sazón desaparecido del panorama político y que aportaría al periódico un inagotable caudal de informaciones comprometedoras para la oposición. El ingenio de Sartre para idear los personajes y modular su comportamiento sólo rivaliza con su portentoso sentido de la escena -digno de un Moliére– para desarrollar las inverosímiles y rocambolescas situaciones a las que se ven abocados los personajes para consumar la impostura, mientras se van poniendo al descubierto sus oscuras intenciones y su menguado fuste moral.
La plasmación escénica de este prodigio de ingenio y habilidad constructiva -que desvela una faceta totalmente desconocida de la obra de Sartre- es espléndida, un trabajo redondo que se sustenta por igual en la fresca y fluida versión de Brenda Escobedo, que dota al lenguaje de los personajes de una enorme concisión y plasticidad, en la concepción misma de la puesta en escena de Dan Jemmet, una poética escénica de corte brechtiano-vodevilesco con un ritmo endiablado en el desarrollo de la acción que se amolda como anillo al dedo al texto de origen y a su desbordante comicidad; y, desde luego, en el trabajo de los actores, un elenco de lujo integrado en su mayor parte por experimentados y veteranos intérpretes del acreditado sello de la Abadía. Todos ellos bordan sus respectivos -a veces múltiples- papeles, empezando por Palmira Ferrer en los roles de mendiga y del viejo cascarrabias Mouton y terminado por Carmen Bécares que alterna la incauta e ilusa joven periodista Veronique, inexplicablemente rendida al “encanto” del buscavidas Valera, con la estólida y vacua Madame Bounoumi, candidata del partido conservador. Miguel Cubero es el intrigante consejero Nerciat y, a ratos, el policía de pacotilla Goblet, una grotesca caricatura de los miembros de las fuerzas del orden y viva efigie del inspector Clouseau de la serie de dibujos animados de la Pantera Rosa. David Luque hace un magnífico trabajo de creación de personaje para meterse en la piel del Palotin, el fatuo y engolado director de “Le soir de París”, feliz encarnación de ese espécimen de periodista propenso al servilismo y a la adulación.
José Luis Alcobendas y Ernesto Arias, completan el elenco y protagonizan algunas de las escenas más hilarantes y mejor desarrolladas de la obra mostrándose en el gesto y en el tono de sus réplicas como consumados maestros de la comicidad. El primero (que hace también de un sentencioso y estirado inmigrante ruso) dando vida al pobre diablo a Sibilot, juguete de la facundia y del fingido desvalimiento de Valera o de las chanzas y amenazas de Nekrassov. Por su parte Ernesto Arias/Valera una vez concebida su impostura se entrega con enorme diligencia a ocultar sus remilgos, sus modales de patán y su filosofía barata y a forjarse una nueva fisonomía, ademanes y forma de hablar más acorde con la personalidad del alto dignatario ruso Nikita Nekrassov a quien está llamado a suplantar; y es para caerse de risa viéndole en bata de seda o con traje de raya diplomática y un parche en el ojo pavoneándose a lo Cary Grant ante los miembros del stablishment y lo más florido de la burguesía parisina.
Gordon Craig, 10-I-2020
Ficha técnico artística:
Autor: Jean-Paul Sartre.
Traducción de Miguel Ángel Asturias.
Adaptación: Brenda Escobedo.
Dirección: Dan Jemmett.
Con: José Luis Alcobendas, Ernesto Arias, Carmen Bécares, Miguel Cubero, Palmira Ferrer, Clemente García y David Luque.
Espacio escénico: Dan Jemmett y Vanessa Actif.
Madrid. Teatro de la Abadía.
Hasta el 28 de enero de 2020.