Los científicos han dado varios avisos a la Humanidad o alertas del peligro, pero la gente en general, no se ha enterado y a los dirigentes mundiales, lamentablemente, les interesa lo suyo: el poder.
Los sabios saben de esa ignorancia inconsciente o interesada, y por eso advierten que: «El peligro radica en que nuestro poder para dañar o destruir el medio ambiente, o al prójimo, aumenta a mucha mayor velocidad que nuestra sabiduría en el uso de ese poder«. «Estamos en peligro de destruirnos a nosotros mismos por nuestra codicia y estupidez…en un planeta pequeño y cada vez más contaminado y superpoblado«.
El cambio climático, la aparición de nuevos virus y enfermedades, la extinción masiva de especies, la contaminación y la deforestación, están llevando al agotamiento del Planeta.
Era un aviso urgente de que los humanos nos podemos quedar sin casa, sin comida y sin bebida, pero irresponsablemente, sin haber movido un dedo, han pasados 25 años. Llega otro telegrama, aún más contundente. Y muchos, siguen como si no fuera con ellos, mientras otros se preguntan, si la alerta es amarilla o roja. Se preguntan ¿Quién avisa? ¿Tiene razón? ¿Estamos en peligro? Oiga: si llega un segundo aviso, no es para tomarlo a broma.
El destinatario: somos nosotros que vivimos aquí. El primer aviso llegó en 1992. Venía firmado por 1700 científicos de 71 países. Entre los firmantes, más de la mitad de los premios Nobel de ciencias, vivos en ese momento. Pero entonces, en España, estábamos en los fastos de los Juegos Olímpicos de Barcelona y la Expo Universal de Sevilla 1992. Con la euforia, ¡ni caso, ni medidas! Pero aquel aviso era importante.
Paradójicamente uno de los más clarividentes científicos, a pesar de su terrible enfermedad, Ela, fue el famoso cosmólogo Hawking, que intentaba sacudir la modorra humana diciendo, por activa y por pasiva, que: «Debemos abandonar la Tierra». “No tenemos futuro si no colonizamos el espacio”.
Convencido de que la Humanidad tiene problemas severos de supervivencia en el Planeta Tierra, el clarividente enfermo, fue más allá y dijo que había que ponerse manos a la obra porque: «Solo tenemos 100 años para colonizar otros planetas».
Escribí sobre esas advertencias varias veces, en 2017:
1) Ha pasado más de un cuarto de siglo: ¿qué se ha hecho?
Nadie, a finales del siglo XX, podía acusar a los sabios de todos los países de alarmistas, porque la situación de deterioro y peligro, era evidente para todos.
Se presentaba, pues, un reto sin precedentes a nivel mundial. Era una ocasión de oro, para que los gobiernos, dejando a un lado sus legítimas diferencias, históricas, nacionales, políticas y económicas, pudieran emprender unidos el mayor proyecto desde que los humanos llegaron al Planeta Tierra.
Los mismos científicos pensaban que «La raza humana necesita un desafío intelectual» de calibre universal y de interés para la propia supervivencia.
Hasta entonces, rusos y americanos habían liderado la carrera espacial del siglo XX. El primer cohete soviético, fue lanzado el 18 de agosto de 1933, al poco tiempo, lanzaron al espacio el primer ser vivo, la perra Laica y, ya con propulsión nuclear llegaron los satélites y los vuelos tripulados. La historia siempre recordará que el ruso Yuri Gagarin fue el primer hombre en realizar un vuelo orbital. Los logros soviéticos culminaron con la puesta en órbita, en 1986, de la estación espacial Mir.
Por su parte la La Nasa, el organismo del gobierno estadounidense a cargo del programa espacial y la investigación aeronáutica de ese país, se fundó en 1958. Desde entonces, algunos de sus momentos más icónicos han incluido viajes a la Luna y el envío de sondas y transbordadores.
Solo 3 semanas después de Gagarin, el astronauta estadounidense Alan Shepard hizo lo propio en la nave Mercury.
Con el Apolo 11, el 20 de julio del 1969, la nave espacial tripulada de Estados Unidos -cuyo objetivo era que el hombre pusiera pie y caminara sobre la Luna-, Neil Armstrong pronunció las históricas palabras: «Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad«. Es verdad que todo estuvo a punto de suspenderse, cuando iban a aterrizar. La velocidad de la nave de aterrizaje Águila fue aumentando peligrosamente, y en la computadora de abordo apareció el código 1202, de emergencia porque su capacidad estaba sobrecargada casi al límite. Pero lo lograron.
En el otoño del año 2011, la misión Lunar Reconnaissance Orbiter (LRO) lanzó su Tour of the Moon para hacer un recorrido por nuestro satélite. Mi amigo Noxeus, maestro de la fotografía e interesado tanto por la ciencia como por los astros, animaba a verlo y dejarse «seducir por esa ancestral fascinación que sentimos por el nuestro vecino espacial«.
Con el tiempo, americanos y rusos, aunque siguieron desarrollando su tecnología, el factor económico de sus proyectos por separado, les llevó a ir aparcando sus diferencias y a abrirse a una colaboración, que culminó en la Estación Espacial Internacional (ISS). En ella se aúnan las capacidades de las anteriores: la Mir-2 rusa, la estadounidense Freedom, el módulo europeo Columbus y el Kibo.
ISS es un centro de investigación y colaboración en la órbita terrestre, que está permanentemente tripulada, en la que rotan equipos de astronautas e investigadores de las cinco agencias del espacio participantes (el inglés y el ruso son idiomas obligatorios) y la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA), la Agencia Espacial Federal Rusa (FKA), la Agencia Japonesa de Exploración Espacial (JAXA), la Agencia Espacial Canadiense(CSA) y la Agencia Espacial Europea (ESA). Está considerada como uno de los logros más grandes de la Humanidad.
Tanto en el espacio como en tierra, hay un despliegue tecnológico y de investigación que además pone los ojos en el universo, con vistas al futuro. Se ha rastreado y buscado vida extraterrestre, planetas, que puedan albergar condiciones donde la vida humana pudiera desarrollarse.
El personal especializado que dirige estas Agencias y el Ojo Múltiple de los astrónomos, se han tomado en serio la advertencia de los científicos a la Humanidad. En Chile se encuentra el 40% de los observatorios y telescopios gigantes del mundo. Y es que el desierto de Atacama, es reconocido como el mejor lugar de la Tierra para observar el firmamento debido a sus condiciones climáticas y geográficas —tales como baja humedad, altas cumbres y planicies, además de baja contaminación lumínica y radioeléctrica- y esos factores generan el mayor número de noches despejadas al año en el planeta. Allí está Acatama Large Milimeter Array (ALMA) el mayor observatorio astronómico del mundo(66 antenas sincronizadas), además de La Silla y otros importantes, dependientes del de Observatorio Europeo Austral (ESO).Pretenden averiguar si existen en otras zonas del universo las condiciones necesarias para que haya vida.
En esa región se encuentra también el de Las Campanas, del Instituto Carnegie, en asociación con la Universidad de Harvard y el Instituto tecnológico de Massachusetts.
Tal vez el próximo futuro pase y esté ligado a lo que se vaya descubriendo y experimentando en estos centros y otros dispersos por el mundo. Y es que como diría Mafalda: «¿Y si en lugar de planear tanto, voláramos un poco más alto?
2) Ha empezado el paso hacia lo desconocido, que supone una revolución económica y social, que precisa de un cambio mental y humano.
Hay que buscar un lugar a donde ir, saber cómo, y quienes van a ir. Parece que la respuesta no está en ningún planeta,-en nuestra Galaxia-. No se trata ya de superar los retos ambientales, guerras o epidemias en nuestro Planeta, aunque no deben ignorarse.
Elon Musk dijo a principios de 2017 que «el mundo se está volviendo demasiado pequeño para nosotros; los recursos físicos se están explotando a un ritmo alarmante… En el pasado, cuando hemos tenido crisis similares, hemos colonizado nuevos territorios; pero ya no hay ningún Nuevo Mundo al que extendernos. Nos estamos quedando sin espacio. Ha llegado la hora de explorar otros sistemas solares«.
Hay que encontrar la energía propulsora, capaz de hacernos salir de nuestra Galaxia, que debería tener la potencia de propulsión cercana al 10 o 15% de la velocidad de la luz, si es que se quiere recorrer una distancia interestelar y no perecer en el intento. Es preciso potenciar la mentalidad del sistema internacional de unidades de 1983 métrico de las distancias, pasando el metro y el kilómetro a ser unidades derivadas del año luz (AL).
Se necesita encontrar un planeta sólido, donde el oxígeno y el agua se puedan conseguir. Ver la forma de protegernos de la radiación de la estrella solar en la que el planeta orbite. Saber que para que comience en algún lugar la Nueva Humanidad, se necesitará trasladar por lo menos a 10.000 seres humanos, -dada la lentitud del crecimiento reproductivo de nuestra especie-. Transportar allí y contar con las especies de plantas y animales necesarias para el cultivo que permitan la alimentación. Ese reto extraordinario, presupone: inteligencia, recursos, aparcar diferencias y un esfuerzo extraordinario de solidaridad, disponibilidad y entrenamiento. Todo ello, apoyado por la ingeniería electrónica y la Inteligencia Artificial (IA).
3) La Nueva Tierra: Próxima Centauri b.
El sistema estelar más cercano a nuestro Sol se encuentra a 4,37 AL= años luz, es decir a 41,3 billones de kilómetros de distancia. Se trata de Alpha Centauri, en la constelación Centaurus. Parece el mejor candidato para escapar, según el mismo Stephen Hawking.
Para hacernos una mejor idea de la distancia, recordemos que la nave interestelar lanzada por los humanos, ha sido la Voyager 1, que se lanzó en 1977, y se desplaza a 61,000 km por h. Pero eso es menos del 1% de la velocidad de la luz. Con esa velocidad sería casi imposible el proyecto de colonización del planeta que orbita en torno a la estrella Próxima Centauri, de las 3 estrellas de Centauri.
Se está estudiando una propulsión con laser. Parece que la NASA planea lanzar la primera misión a Alpha Centauri en 2069. Tiempo habrá de volver hablar de la posible Casa B de la Nueva Humanidad.
En todo caso, hacia las estrellas hay un horizonte más amplio y menos contaminado y pesimista que el que estamos viendo en la Tierra. ¡Ojalá se hablara más de este reto! ¡Es ilusionante!
José Manuel Belmonte.