«Uno de nosotros» es, una iniciativa ante un reto mundial, pero sobre todo europeo.
Si como algunos afirman, en el plano socioeconómico, no estamos ante una simple crisis, sino ante una verdadera mutación, que se va imponiendo por la vía de los hechos y provoca en la gente desconcierto y pesimismo, tanto a nivel personal como institucional, no debería dejar indiferentes.
Los hechos: 1) «La economía real se doblega ante la monetaria: se precariza el empleo, se deterioran y envilecen las condiciones laborales, y los empresarios constatan con estupor cómo el devenir de su empresa ya no depende de su trabajo o inteligencia, ni de la marcha de su sector de actividad, ni de la bondad de su producto o servicio y de su estrategia empresarial, sino que ha quedo a merced de los criterios y prioridades de los que manejan el grifo de la financiación bancaria.
2) Las instituciones se muestran incapaces de reaccionar y su credibilidad se diluye…los gobiernos transforman en razones de estado las razones del mercado financiero…
Y 3) El estado de bienestar, forjado con tesón en Europa durante el siglo XX, sufre un intenso seísmo que quiebra sus cimientos» (E. Carrillo, Consciencia).
Sin ánimo de ser pesimista, ni de preocupar a nadie, con ser muy importante lo dicho en la rápida síntesis antes mencionada, en el plano ético y mortal, según los hechos, que también conocemos, son de una importancia y de unas consecuencias más importantes si cabe. La Distopía o antiutopía –sociedad indeseable en sí misma– se muestra, más que en lo económico, en la ausencia de auténticos valores y en el desafecto o desprecio de la vida humana.
El reto ético llega a todos y la respuesta debería ser de todos. No se puede dejar solo en manos de los políticos, que en ocasiones son parte del problema, ni tampoco en manos de las culturas religiosas, porque lo ético desborda el tema religioso, deben ser mentes humanas pensantes, abiertas y conocedoras de la historia, capaces de analizar el presente y de abrir caminos hacia un futuro más humano y una convivencia más justa, sin exclusiones y donde todos puedan ser respetados y vivir con dignidad.
Después de visitar un campo de concentración, quedé mudo durante un tiempo. Pensé que la Humanidad ya no podía caer más bajo. En el último cuarto de siglo XX e incluso la primera década del XXI había razones para pensar que, gracias a los valores incluidos en la Declaración Universal de Derechos humanos, y los que habían impulsado al origen de la Unión Europea, especialmente el respeto a la vida, la Humanidad sería capaz de dejar para siempre el horror de los campos de exterminio. Últimamente, la violencia de padres contra hijos, de hijos contra padres, la muerte de unos a manos de sus propios padres o de estos a manos de sus hijos, supera lo imaginable.
La progresiva desaparición de los Down, y/o de quienes tienen enfermedades «raras», parece contradecir la gran verdad de que «todos somos únicos y todos diferentes», imponiendo la ley de unos contra ( o sobre) otros.
Pese a la prosperidad económica y el avance tecnológico, el materialismo, el relativismo, el hedonismo y el egoísmo, han llevado a un abandono progresivo de valores de respeto, educación y de ética, que han culminado en una crisis de conciencia y una actitud poco decidida a favor de la vida humana.
Socialmente pueden señalarse varios pasos político-sociales: 1) La legalización del aborto que, lleva en su misma redacción, la confusión, al llamar a esa Ley política: Salud sexual y Reproductiva. 2) La crisis de la Familia tradicional. Es cierto que «el ser humano tiene su primera experiencia social en la familia, es ahí donde aprende a relacionarse con las demás personas, forjando su identidad y fortaleciendo su intimidad a través de la confianza que sus padres y hermanos le brindan«. Pero aquí también la lingüística, la semántica, tanto del matrimonio, como de los progenitores, ha variado.
3) El deterioro del respeto a la dignidad de la mujer, la violencia y el machismo van contra su intrínseca dignidad y sus derechos. 4) Cada miembro de la familia tiene el derecho intrínseco a ser reconocido en su dignidad y es sujeto de derechos como todo ser humano, desde su más temprana edad y hasta su muerte. Y 5) Las migraciones y la hospitalidad, que expresó muy bien Guillaume Roquette en un editorial de Figaro Magazine: «La hospitalidad es una magnífica virtud, pero hace falta estar en casa de uno para albergar al otro. La acogida no se concibe si no es de manera voluntaria: si se sufre, resulta una intrusión, cuando no una invasión. Por eso los acuerdos de Schengen, al abolir las fronteras interiores sin asegurar las vías de entrada a la Unión, han provocado un rechazo inédito del proyecto europeo en todos los pueblos del continente». Sin olvidar que en Europa hay pluralidad de creencias y religiones.
One of Us: Uno de nosotros, sirve para referirse o designar a cada uno de los seres humanos, desde el inicio de su vida hasta su muerte. Pero es también una Iniciativa de una plataforma cultural con ese mismo título: One of Us.
El sábado día 23, la plataforma One of Us, consciente del deterioro de los valores éticos y humanos de los ciudadanos europeos, ha querido impulsar una participación más activa de los intelectuales y pensadores en esos dilemas que amenazan la sociedad. Más de un centenar de ellos, encabezados por el historiador francés Rémi Brague, y presididos por Jaime Mayor, pretende que los recursos de la UE vayan destinados a potenciar los derechos de los ciudadanos a la vida y sus valores. El Manifiesto de la Plataforma Cultural One of Us ha sido presentado en París, con una finalidad precisa «hacer frente a una crisis de civilización, de la verdad, de las conciencias individuales«.
Para ello, pretenden, primero, avanzar al máximo en la protección de la vida humana y que, la UE deje de financiar en sus presupuestos las políticas que destruyen la vida; Y segundo, una toma de conciencia y apoyo a la vida, habida cuenta del invierno demográfico y las cuestiones bioéticas, pendientes en el Tribunal Europeo de Derechos humanos.
No pretenden competir con los partidos, sino que la sociedad civil deje de estar ausente, intelectual y culturalmente de las cuestiones que afectan a todos y que los políticos han politizado o sencillamente ignorado.
Ojalá, con apertura de miras, imaginación y valentía, ayuden a profundizar y construir la Europa de los ciudadanos, en la que, en cualquier lugar en que se encuentre cada uno, se pueda reconocer como One of Us, Uno de los nuestros.
José Manuel Belmonte