Qué pena «ver las mismas cosas siempre con distintas fechas».
Al abrir los ojos no se sabe bien donde nos encontramos, ni si es cierto lo que vemos. ¡Tampoco parece ser un sueño, porque duele!
Pasa la historia por la mente en un instante; pasan 1.500 años y por Afganistán han pasado los omeyas en su famoso califato; los mongoles del Gengis Kan; el viejo imperio británico; los soviéticos después y ahora los americanos que a la carrera intentan salir de Kabul, entre gritos, armas, amenazas, pena y llantos.
En todos esos años, los humanos no han (no hemos) aprendido a convivir, ni encontrado la fórmula para permanecer en el país y defender la libertad. ¿Existe?
De una forma o de otra, con más o menos suerte, todos los conquistadores han tropezado a la hora de dominar al indómito país centroasiático. No todo ha comenzado en 2001, como algunos creen. Los aliados, de unos y de otros, con mayor o menor peso, ya saben que lo peor viene después de la conquista y/o después de la retirada. Así son las guerras.
La tecnología e instalaciones dejadas por las bases militares y embajadas actuales son un regalo de billones de dólares, con el que se encontrarán los nuevos mandatarios talibanes. Ni la libertad ni la justicia se reflejan en los ojos de la multitud que abarrota las cercanías del aeropuerto. La angustia y el miedo se divisa en los ojos de los niños. ¡Qué pena!
Tal vez quienes manejan en la sombra los hilos del Nuevo Orden Mundial, sabían que este fracaso iba a llegar y que ellos tenían poco que perder. Los dirigentes de Bilderberg dictan su política lejos de los campos de batalla y, puede ser más destructiva. Apoyan y promueven el genocidio más grave y terrible de nuestra humanidad. Disponen de medios y de apoyo para seguir engañando. No es extraño que si nunca han sembrado la justicia por donde se mueven, no florezca.
El Consejo de Seguridad de la ONU, con su Presidente, pide crear un gobierno rápido, «inclusivo» y «representativo» en Afganistán. Pide el cese de hostilidades y la participación plena, igualitaria y significativa de las mujeres en la mesa de decisiones del nuevo gobierno. Pura utopía. ¡Qué bien se habla a miles de kilómetros de la realidad!. Los afganos de a pie, abandonados a su suerte están desesperados. Saben lo que se avecina, por eso piden irse.
Para dar idea de lo que piensan los ciudadanos en Kabul sobre lo que puede pasar cuando se retiren los occidentales, solo hace falta ver las imágenes de cómo alzan a niños y niñas hacia los soldados, para que los cojan, huyan y se salven, mientras alguien grita: «Estamos dispuestos a entregar a nuestro hijo, darle un futuro y morir de dolor». ¡No es para menos! Solo que las potencias que han llevado los aviones, han decidido buscar a los padres para evacuarlos con sus hijos. Y no multiplicar el dolor y los problemas.
Esa es la imagen angustiosa de esta retirada. Afganistán tardará en ser democrático según el deseo de Estados Unidos y de los aliados. Las mujeres allí no tendrán los mismos derechos que los hombres. El Consejo de Seguridad de la ONU y sus recomendaciones, quedan lejos.
Europa asustada, por lo que se avecina, tendrá que prepararse para la oleada (una más) de refugiados afganos. Los países fronterizos, han plantado alambradas.
Poco antes de su muerte, Muamar el Gadafi dijo: «vamos a conquistar Europa, gracias a las leyes y las constituciones europeas«. Otros líderes también lo profetizaron:
Joe Biden, cuenta con Alemania y con España, para instalar a los refugiados que puedan, en las bases de estos países. Pero habrá que llegar a acuerdos con algunos países musulmanes para que los acojan también. De todos modos, con la progresiva islamizacion de Europa, mejor que aprendamos a convivir, con leyes justas, trabajo y responsabilidad. Algunos dicen que, sin tardar mucho, la UE puede convertirse en Eurabia.
Me vuelve a la memoria, una vez más, el poema «¡Qué pena!», del poeta y visionario León Felipe:
«¡Qué pena si este camino fuera de muchísimas leguas
y siempre se repitieran
los mismos pueblos, las mismas ventas
los mismos rebaños, las mismas recuas!
¡Qué pena si esta vida tuviera,
-esta vida nuestra-,
mil años de existencia!
¿Quién la haría hasta el final llevadera?
¿Quién la soportaría toda sin protestas?
¿Quien lee diez siglos de Historia y no la cierra
al ver las mismas cosas siempre con distintas fechas?
Los mismos hombres, las mismas guerras,
los mismos tiranos, las mismas cadenas,
los mismos farsantes, las mismas sectas
¡y los mismos, los mismos poetas!
¡Qué pena,
que sea así siempre,
siempre de la misma manera!».
José Manuel Belmonte