El violento asesinato de un matrimonio de 80 años en Bilbao, al parecer por dos menores de 14 años, evidencia la necesidad de reflexionar y de solucionar educativa y legalmente la criminalidad, la violencia y la agresividad de nuestros jóvenes.
Robos, asesinatos, tirones en la calle, destrucción de mobiliario urbano, actos violentos en la calle, en el fútbol, acoso a padres y a iguales, gamberrismo en edificios y transporte público, pintadas en la calle etc…
La criminalidad juvenil crece exponencialmente, es un fenómeno muy complejo sobre el que hay que reflexionar mucho y sobre el que hay que tomar medidas tajantes. El excesivo proteccionismo y consentimiento del estado a los jóvenes; ese afán del sistema educativo de ponerlo todo demasiado fácil, placentero y sin esfuerzo; la permisibilidad y la justificación de todo de esos padres consentidores cada vez más distanciados intergeneracionalmente de sus hijos; la familia tan democrática, flexible e irresponsable respecto a su misión de educar e instruir a sus niños, carente de límites y normas; la sociedad tan débil y poco transmisora de valores y mirando siempre para otro lado en la educación de sus menores; la cultura consumista que ha creado modelos erróneos y necesidades artificiales y que practica un hedonismo insaciable incapaz de postergar la satisfacción del placer o de planificar con sensatez el futuro a medio plazo; un código penal incapaz hacer responder penalmente de sus actos a sus jóvenes y de hacerles cumplir penas directamente proporcionales a los hechos, delitos o faltas tipificados en el Código Penal; el empleo precario, el desempleo crónico y las graves dificultades que encuentran estos jóvenes para acceder al mundo laboral y en consecuencia para emanciparse serian algunas de las causas que exacerban las violencias sociales y conductas antisociales continuadas y progresivas con las que nos enfrentamos día a día en nuestros jóvenes y que tanto nos cuestan controlar y gestionar debido a su impulsividad, a su hiperactividad, a su poco autocontrol y a su forma de solucionar los conflictos y de gestionar sus emociones.
O empezamos a poner soluciones firmes a esta cuestión o nuestra sociedad se deteriorará aún mucho más; pues en este asunto, todos somos parte del problema y por tanto de la solución.