Teatro Urgente es el proyecto escénico que impulsan Ernesto Caballero y Karina Garantivá desde la sala Galileo (recientemente renombrada como teatro Quique San Francisco) que da cobertura al montaje que comentamos. Y urgente resulta, sin duda, en esta época de radicalización ideológica y crispación política -sin precedentes desde el inicio de la Transición-, reflexionar sobre la intolerancia y el fanatismo que están contaminando el espacio público y el privado, que conducen inexorablemente a la incomprensión del otro, al menosprecio, al odio y que se materializan en el trato humillante y en la estigmatización cuando no en episodios de extrema violencia. La novedad -de un debate necesario- radica, creo yo, en la superación del reduccionismo desde el que habitualmente se aborda el problema (color de la piel, espectro político, religión, sexo y orientación sexual, …), y en la habilidad para enriquecerlo proporcionando un marco conceptual diverso, histórico, filosófico, literario que amplíe las bases de conocimiento sobre las que desarrollar ese debate y dando margen para establecer nuestras propias conclusiones.
Porque, a fin de cuentas no estamos ante un teatro de tesis. Mayorga se limita a formular preguntas que el espectador debe contestar por su cuenta; a proporcionar estímulos para la reflexión (¡y qué profusión de estímulos!). En la estructuración de los diálogos parece esconderse el método socrático. El teatro convertido en Ágora, en asamblea, en foro donde se congrega al auditorio para contarle una historia, para compartir con él algunas reflexiones, pero sobre todo para desestabilizarle, para sacarle de la zona de confort, para interpelarle.
El montaje se hilvana a partir de textos previos del autor, tres piezas breves de su “Teatro para minutos”: Tres anillos, 581 mapas y Voltaire, que da título al espectáculo. Título y soporte argumental y de contenido. Porque aunque este eminente y controvertido filósofo y polemista francés de la Ilustración entra en el argumento oblicuamente (la obra desarrolla el conflicto desatado entre la directora de la Real Escuela Superior de Arte Dramático y una alumna aventajada a cuenta de la pieza -de Voltaire- que ésta última ha elegido montar como proyecto fin de carrera), su figura y su pensamiento impregnan todo el relato. Digo bien, relato, porque la pieza con la que se inicia el espectáculo, Tres anillos, es una hermosa e inquietante parábola con su aroma de leyenda o de cuento popular levemente orientalizante y que generalmente llevan incorporada una valiosa lección moral; un relato a medio camino entre los cuentos judíos de Bashevis Singer y los relatos neotestamentarios con los que el Galileo seducía a quienes se congregaban para escucharle: El hijo pródigo, La perla, … ya sabéis.
Aquí se trata de la historia de un anillo “un anillo de valor incalculable al que se le atribuía una fuerza singular: quien lo llevara sería amado de otros hombres”. Un anillo que se fue pasando de padres a hijos de generación en generación hasta que una vez un padre tuvo tres hijos a los cuales quería por igual y se le planteó el dilema de a quién entregárselo, y entonces mandó hacer otros dos anillos iguales …
Un cuento que va descubriendo los sutiles nexos de la (in)tolerancia con el poder, con la debilidad, con la compasión; con las normas éticas impuestas por las religiones …, y que se desliza hábilmente hacia un debate sobre su propia interpretación para desembocar en la que parece ser la verdadera cuestión de fondo: la imposibilidad de conocer la verdad. “Quizá, algún día, dentro de miles de años -dice el juez del cuento ante el que han ido a protestar los hermanos engañados– podréis volver ante este tribunal. Entonces se sentará aquí alguien más sabio que yo”. Es el “nullius in verba” horaciano: no hay palabras definitivas; o la noción de provisionalidad del conocimiento de Popper, un conocimiento siempre sujeto a posibles refutaciones, ante los que no cabe sino la modestia, o la prudencia, al menos, de no creerse nunca en posesión de la verdad absoluta.
Y todo ello en un montaje sobrio, despojado de todo artificio escénico, dirigido con mano diestra por un Ernesto Caballero elocuente en los detalles más ínfimos en la gestualidad, en el movimiento escénico, en el fraseo y en los silencios y sustentado exclusivamente en la palabra y en el actor. Una palabra límpida, feraz, inspirada, trufada a veces de la ironía y de la paradoja, tan caras al autor del texto. Una experiencia, en fin, gratificante y enriquecedora, con la que solazarse en medio del ensordecedor ruido del ambiente mientras uno deja mecer su espíritu impulsado, como quería Galileo, por “la suave violencia de la razón”.
Gordon Craig, 14-X -2021
Ficha técnico artística
Dramaturgia: Juan Mayorga. A partir de textos breves del mismo autor: Tres anillos, 581 mapas y Voltaire.
Con: Tábata Cerezo, Alberto Fonseca, Karina Garantivá y Pablo Quijano.
Asesoría en la interpretación: Fernanda Orazi.
Dirección: Ernesto Caballero.
Una producción de Teatro Urgente.
Madrid, Teatro Quique San Francisco. Hasta el 7 de noviembre.