La ubicación de la provincia de Guadalajara, paso obligado para las comunicaciones terrestres entre Madrid y el noreste peninsular, ha hecho que durante los tres últimos siglos la zona haya sido el escenario de distintas batallas cuyo resultado influyó decisivamente en el desarrollo histórico de España.
Crónica de José Luis Solano Provencio
En Guadalajara, estrategas y mandos militares supieron ver un importante bastión desde el que influir en la capital del reino, por lo que los episodios bélicos en nuestros campos y pueblos se sucedieron con la gran devastación que trajeron implícita.
Tropas de diferentes nacionalidades se han batido en los campos de Guadalajara durante guerras cuyo resultado equilibraría la balanza en que se estaban midiendo distintas potencias europeas, por lo que soldados ingleses, franceses, austriacos, italianos y soviéticos, entre otras nacionalidades, fueron en los campos de Guadalajara compañeros de armas o enemigos, tanto de ejércitos regulares como de guerrillas de origen español.
Brihuega y Villaviciosa de Tajuña escenario de la lucha por la sucesión al trono de España
El primer ejemplo de esta pluralidad militar en nuestra tierra lo encontramos en la guerra de sucesión al trono de España, conflicto armado que durante 12 años enfrentaría a los partidarios del Archiduque Carlos de Habsburgo y Neoburgo con los de Felipe de Borbón, duque de Anjou, ambos aspirantes al preciado trono.
Como precedente a lo sucedido en tierras guadalajareñas hay que apuntar que, en las últimas fases de esta guerra, las tropas leales al Archiduque Carlos, ante la imposibilidad de mantener sus posiciones en la capital de España, habían decidido replegarse hacia Barcelona en una retirada en la que no dejaban de ser acosadas por el ejército español fiel a Felipe V, mandado por el duque de Vendôme, y en el que participaba como oficial el aspirante al trono por parte francesa.
Un primer contigente de 12000 hombres al mando del el oficial austriaco Guido von Starhemberg ya había abandonado la capital, y avanzaba a un día de marcha por delante de los 5000 soldados británicos que salieron de Madrid el 9 de noviembre de 1710 capitaneados por el conde de Stanhope y que llegaron a principios de diciembre a la localidad de Brihuega, donde tenían pensado reponer fuerzas antes de continuar la marcha.
Enterado del movimiento de tropas y sabedor de que le sería fácil vencer a un ejército dividido en dos grupos, el duque de Vendôme partió de Talavera con sus 20000 hombres y, haciendo gala de una sorprendente velocidad en el avance, llegaron a la villa alcarreña el 8 de diciembre, donde cayeron sobre los ingleses.
Durante la mañana del día siguiente, una cruenta batalla se libró en Brihuega, donde las murallas y la puerta de la ciudad fueron castigadas con un fuego de artillería que facilitaría el asalto a la plaza y la posterior lucha a bayoneta calada.
Aunque los ingleses se defendieron hasta agotar la pólvora, ante la enorme superioridad numérica de las fuerzas atacantes, Stanhope negoció la rendición durante la tarde del 9 de diciembre.
Previamente a la batalla, las noticias de la llegada del ejército de Vendôme habían hecho que el comandante en jefe de los ingleses enviara emisarios a las tropas avanzadas de Starhemberg, solicitando su apoyo ante la inminente ofensiva.
Cuando ese apoyo llegó, el 10 de diciembre, el duque de Vendôme ya había elegido terreno favorable donde recibir y combatir al austriaco.
Los campos de Villaviciosa de Tajuña fueron el escenario de una cruel y sangrienta batalla que se puede considerar la continuación de la librada el día anterior en Brihuega, y tras la que ambos contendientes se declararon vencedores.
La mayoría de analistas coinciden en que técnicamente la victoria fue para Vendôme, dado el enorme menoscabo que había propiciado a las tropas partidarias del Archiduque Carlos que, sin embargo, consiguieron llegar diezmadas hasta Barcelona el 6 de enero de 1711, siendo esta ciudad la única que aún reconocía la autoridad del Habsburgo.
Testigo de estos episodios bélicos queda el recuerdo de lo sucedido en los campos de la zona y el monolito conmemorativo de la batalla de Villaviciosa que aún hoy en día se puede visitar en las proximidades de aquella localidad.
Guerrillas en Guadalajara durante la Guerra de la Independencia
Siguiendo el rastro de los enfrentamientos bélicos ocurridos en la provincia de Guadalajara avanzamos en el tiempo hasta llegar a la guerra de la Independencia, enfrentamiento contra el invasor francés que tuvo lugar entre 1808 y 1814 y una guerra asimétrica que en ocasiones encaraba a un ejército regular contra una tropa compuesta por milicias salidas del pueblo llano.
No se puede hablar del desarrollo de esta guerra en Guadalajara sin mencionar la figura de Juan Martín Díez, El Empecinado, hijo de un campesino vallisoletano que muy pronto sintió una vocación militar que supo desarrollar en distintos puntos de la geografía española como jefe de guerrillas legendarias que derrotaron repetidas veces al ejército francés.
Aunque su carrera militar le llevaría a ser nombrado gobernador militar de Zamora y Capitán General, Juan Martín no tenía formación castrense y su bautismo de fuego se realizó cuando, a raíz de la invasión francesa, decidió organizar una partida de guerrilleros compuesta por amigos y miembros de su propia familia que combatía al invasor en la ruta que unía Madrid y Burgos.
Las hazañas de El Empecinado le valieron para que en tan solo un año fuese nombrado capitán de caballería, y Juan Martín poco a poco fue extendiendo su radio de acción para llegar desde el norte de Castilla hasta las provincias de Cuenca y Guadalajara.
En nuestra tierra, El Empecinado estuvo activo principalmente entre 1809 momento en que la partida del guerrillero comienzó a depender de la Junta de Guadalajara y 1812, cuando Juan Martín Díez tomó la capital de la provincia un 16 de agosto.
Entre esas fechas, diversas fueron las actuaciones de El Empecinado por la provincia de Guadalajara y en ellas cabe destacar sus victorias en la zona de la Alcarria, entre el Tajo y el Henares, en las que valles, laderas y campos de cereales fueron sus grandes aliados a la hora de organizar sus sorpresivos ataques y emboscadas.
Juan Martín también haría sus incursiones por la sierra llegando hasta Cogolludo, donde tuvo lugar el intercambio de correspondencia con su archienemigo, el general Hugo, padre del escritor Víctor Hugo, quien le propuso desertar del ejército español para pasarse al francés, donde se le respetaría la graduación y se le garantizarían ascensos.
Ni que decir tiene que El Empecinado declinó la oferta don desdén, por lo que Hugo atacó la población e hizo replegarse al Empecinado hasta Atienza, villa desde donde emprendió una contraofensiva que obligaría a los franceses a encerrarse en el Convento de los Capuchinos de Jadraque.
El Empecinado dejó tras de sí en nuestra provincia históricas hazañas como las acaecidas en Solanillos, Cifuentes, Jadraque, Auñón, Brihuega o Sigüenza, y fue precisamente en esta ciudad donde en tuvo que refugiarse convaleciente de sus afecciones físicas durante el invierno que medió entre los años 1811 y 1812 para recibir atenciones médicas.
Una vez restablecido completamente, Juan Martín continuó su labor guerrillera por Las Inviernas, donde obtuvo una importante victoria, y en Budia.
Aunque a sus hechos notables hay que añadir la liberación de ciudades como Molina de Aragón y Calatayud, las tropas guerrilleras de El Empecinado también sufrieron derrotas como la del monte del Rebollar, cerca de Mirabueno, la de la batalla de Tamajón o la emboscada que sufrió en la ciudad de Guadalajara y que sus guerrilleros supieron repeler heroicamente.
Mientras tanto, la guerra de la Independencia española seguía su curso y, tras la liberación de Madrid por parte del general Arthur Wellesley, quien llegaría a ser primer duque de Wellington, el Empecinado dirigiría sus pasos hacia la campiña, operando en Talamanca del Jarama, Meco y Alcalá de Henares, donde recibiría una clamorosa acogida a su llegada, pero también sabiéndose replegar tácticamente y de manera ocasional hacia localidades como Horche o Armuña de Tajuña para desde allí reemprender su estrategia.
Lamentablemente, la labor del Juan Martín Díez, El Empecinado, no fue en absoluto reconocida tras la finalización de la contienda puesto que, una vez reinstaurado el absolutismo en la figura de Fernando VII, el guerrillero abrazó la causa liberal, llegando a solicitar el restablecimiento de la constitución de 1812 y secundando el levantamiento de Riego, razones por las cuales fue perseguido.
Tuvo que huir a Portugal y, tras habérsele concedido permiso para regresar a España, fue apresado en Roa, encarcelado allí y humillado hasta que finalmente fue asesinado a bayonetazos cuando se dirigía al cadalso.
La Batalla de Guadalajara y la internacionalización de la Guerra Civil española
Al hablar de batallas de Guadalajara no se puede pasar por alto la ocurrida entre los días 8 y 23 de marzo de 1937 en los campos que se extienden entre la carretera de Zaragoza y Brihuega.
Este episodio de la Guerra Civil española de nuevo sembró de sangre nuestra tierra en una contienda que comenzó a tomar en Guadalajara una verdadera dimensión internacional, al enfrentarse el Ejército Popular Republicano y fuerzas de las Brigadas Internacionales contra las tropas del general José Moscardó, que estuvieron auxiliadas por el del Corpo Truppe Volontarie o CTV italiano.
El CTV era un cuerpo de intervención ligera que ya había actuado como fuerza aliada del general Franco en la ofensiva sobre la ciudad de Málaga en 1937, obteniendo como resultado de esta operación la toma de la plaza el 3 de febrero.
El Corpo Truppe Volontarie lo formaban casi 50000 soldados, comandados por el general Mario Roatta y articulados en torno a cuatro divisiones: Littorio, Dio lo Vuole, Fiamme Nere y Penne Nere.
En cuanto al equipamiento, el CTV podía hacer gala de disponer de un material militar de primerísima calidad entre el que destacaban sus baterías antiaéreas, artillería, camiones, los pequeños tanques Fiat Ansaldo y veloces motocicletas, además de tres divisiones de infantería y una organización que hacía de este cuerpo una herramienta ideal para rápidas y efectivas incursiones, como la que tenía por objeto llegar desde la carretera de Zaragoza hasta Madrid en tan solo tres días tras haber atravesado los campos de la alcarria briocense.
Todo el planteamiento logístico parecía mostrarse a favor de las tropas italianas, que estarían apoyadas por la División de Soria comandada por el general José Moscardó, por lo que la orden de ataque se dio el 8 de marzo, comenzando el avance en dirección a Torija y Brihuega.
Pero la intensa lluvia caída y la niebla en la zona hicieron que los progresos de la operación se vieran frenados repentinamente al apenas poder avanzar los vehículos italianos por los barrizales guadalajareños, y ni siquiera poder contar con el apoyo aéreo que habría de venir desde aeródromos situados en la provincia de Soria.
Con independencia de las condiciones descritas, un par de días después del comienzo de las operaciones, los atacantes conseguían tomar la localidad de Brihuega.
Para contrarrestar el avance de la operación, el día 12 de marzo el ejército republicano lanzaba una contraofensiva en la que las Brigadas Internacionales y los tanques soviéticos BT-5 y T-26 tuvieron un papel fundamental, como también lo tuvo el apoyo de la aviación, que diezmaba con bombardeos que partían desde los aeródromos de Guadalajara, Barajas y Cuatro Vientos tanto a las tropas italianas como al el ejército de Moscardó, que se encontraba bloqueado en la carretera de Zaragoza.
Tras duros enfrentamientos y una breve estabilización del frente que duró tres días, el 18 de marzo, el avance de la 11ª División mandada por Enrique Líster y de la 14ª División de Cipriano Mera, apoyadas ambas por los tanques de las Brigadas Internacionales, hizo que las tropas italianas se retiraran de Brihuega y durante los dos días siguientes el ejército republicano recuperó los territorios en los que se había desarrollado la batalla.
La Batalla de Guadalajara se cobró miles de víctimas entre las tropas italianas, que vieron prácticamente destruida la maquinaria de guerra que habían desplegado y enormemente desprestigiada su capacidad ofensiva.
Por fortuna, todos estos episodios bélicos que se desarrollaron en nuestro entorno ya son páginas que pertenecen a la historia, y la paz y la serenidad son las notas dominantes en campos que, tristemente, un día fueron campos de batalla.