Lechuzas, búhos, mochuelos, autillos, cárabos… son rapaces nocturnas que habitan los distintos rincones del medio natural y rural de la serranía de Guadalajara. Representan prácticamente la totalidad de las especies que se reproducen en la península ibérica, y cuentan con una biología y forma de vida nocturna que las convierte en seres misteriosos para los humanos, pero que ocupan un lugar primordial, como tantas otras especies, en los ecosistemas.
Es imprescindible conocer que la gran mayoría de estas aves se alimenta de pequeños roedores, y algunas de ellas también de insectos, lo que las convierte en excelentes amigos de los seres humanos, a la vez que representan un papel fundamental en el control de plagas agrícolas o como depredadores de otras especies que de no ser controladas supondrían una plaga para el medio ambiente.
La lechuza común (Tyto alba), quizás sea la especie sobre la que recae más misterio. Se trata de un ave muy ligada al entorno rural, nidificando en edificaciones como torres de iglesia, naves ganaderas, altillos de viviendas, y otras construcciones en un ambiente relacionado con las prácticas agrícolas.
Resulta difícil no recordar las noches de verano en muchos de los pueblos de la Sierra Norte, esos fantasmagóricos sonidos que emiten con sus cantos. Voces, gritos y “siseos” componían gran parte de la sinfonía nocturna de las noches de pueblos como Torremocha de Jadraque, en el que antaño, en el campanario de la iglesia se reproducía una pareja de esta especie.
Ahora la lechuza se ha convertido en una ave escasa y cada vez más rara en muchos lugares de la geografía peninsular. El descenso de sus poblaciones se debe principalmente a la intensificación agrícola y al excesivo uso de pesticidas y rodenticidas en los campos, que ha acabado con la mayoría de sus presas, e incluso a veces han intoxicado a las propias lechuzas. Tampoco hay que olvidar que las rapaces nocturnas, también cuentan con otros problemas de conservación, como son los atropellos en carreteras, las colisiones y electrocuciones con tendidos eléctricas y la caza ilegal.
Sus sonidos han llevado a veces a pensar en fantasmas, incluso han llevado a parapsicólogos y espiritistas a confundir estos sonidos con voces del “más allá”. Lechuzas y búhos también han sido representadas en la distinta filmografía, a nivel internacional, como símbolo de los misterios de la noche. ¿Quién no ha visto alguna de las películas de la saga Harry Potter?
Otras especies de estas aves nocturnas que están presentes en el territorio serrano son el búho real (Bubo bubo), muy ligado a los ecosistemas rupícolas y que bautizado por Félix Rodríguez de la Fuente como el “Gran Duque”, forma parte del legado eterno, de conocimiento y amor por la naturaleza, que dejó en la sociedad actual. Se trata de la especia de mayor tamaño de estas aves. Es muy frecuente escuchar su canto “ululante” desde algún promontorio rocoso en los meses de diciembre o enero que es cuando inicia su reproducción.
Las especies más forestales de este grupo son el cárabo común (Strix aluco) y el búho chico (Asio otus), y están ligados a los pinares y robledales de la Sierra Norte y en ocasiones también a los bosques de ribera bien conservados de los principales cauces fluviales.
Mochuelos (Athene noctua) y autillos (Otus scops) son los representantes de menor tamaño. El primero es el “más diurno”, o el que resulta más fácil observar de día. Ese dicho popular tan conocido de “cada mochuelo a su olivo”, hace que sea relativamente fácil de observar en un olivo o encima de los “majanos” o montones de piedras entre los campos cerealistas de la Sierra Norte. El autillo es migrador y solo le puede observar, o más bien escuchar (como de un sónar se tratase), insistentemente en las noches de verano, desde zonas arboladas próximas a los núcleos rurales, y en ríos y arroyos próximos a estos.
Estas especies serían merecedoras de comentarios mucho más extensos, pero se ha de concluir con la reflexión de que un mayor conocimiento sobre las aves nocturnas, nos llevaría a implementar medidas de conservación muy necesarias, para que no desaparezcan de los campos y pueblos de la geografía serrana, según han informado fuentes de ADEL Sierra Norte en un comunicado.
Que no pasen más veranos sin escuchar a las lechuzas…