Molina de Aragón es la capital y núcleo urbano fundamental del Geoparque Molina-Alto Tajo. Su ubicación al noreste de la provincia de Guadalajara, y su situación estratégica como punto central en la vía de comunicación entre las Coronas de Castilla y Aragón, ocasionó que su posesión fuera duramente disputada entre los monarcas de ambos reinos.
*Crónica y fotografías de Julio Real
Hoy, las vicisitudes de su accidentada existencia y la gran importancia que alcanzó en el medievo, han favorecido que la ciudad se constituya en un magnífico conjunto histórico-artístico, de gran armonía y riqueza, que la hace merecedora de más de una atenta visita.
El motivo de disputa entre los aludidos y limítrofes reinos cristianos, se inicia a raíz de su reconquista a los musulmanes por las huestes del rey aragonés Alfonso I el Batallador en 1129.
Para soslayar el enfrentamiento, y tras un breve período en que la localidad fue retomada por los almorávides, en 1139 se entrega el señorío de la ciudad al conde castellano D. Manrique de Lara, quien la repoblará y le otorgará fuero. De los señores de Lara recibirá Molina el sobrenombre de los Caballeros.
Tras diversos conflictos bélicos de carácter fronterizo, en los que Molina pasó a soberanía aragonesa, finalmente se incorporaría definitivamente a Castilla en el año 1375, pasando a denominarse desde dicha fecha, y como concesión al vecino reino, Molina de Aragón.
Ciudad señorial
Lo es tanto por el carácter de la antigua población medieval, pespunteada de numerosas mansiones nobiliarias, de orígenes medievales y renacentistas, como por la concesión otorgada por las Cortes de Cádiz del título de ciudad en el año 1812, debido a la heroica resistencia de sus habitantes frente a la ocupación bonapartista durante la guerra de la Independencia (1808-1814), que ocasionó el que fuera saqueada e incendiada por las tropas francesas.
Hoy en día, con una población de 3.365 habitantes, según el censo del INE de 2017, es cabeza de Partido Judicial, y capital económica y administrativa del Señorío de su nombre y, por supuesto, del Geoparque Molina-Alto Tajo.
Un hito fortificado referencial
Aproximarnos a Molina y quedarnos impactados es todo uno. Y es que la primera imagen que contemplamos de la ciudad es su impresionante castillo-alcázar.
Ocupaba su espacio un primigenio castro celtibérico, sobre el que fue edificada una alcazaba islámica califal a finales del siglo X.
Reconstruida a partir de 1139 por D. Manrique Pérez de Lara (1139-1164), fue reformada y ampliada bajo el señorío de Dª Blanca Alfonso de Molina (1243-1293).
Compuesto de doble recinto amurallado, el primero se compone actualmente de cuatro torres, y en el mismo se halla el patio de armas.
El segundo recinto, que cumplía funciones de albacar, es mucho más amplio, englobando al primero, y destaca en él la torre del reloj. En su interior se alzó también la desaparecida iglesia de Santa María del Collado.
Aparte de este conjunto fortificado, resalta la conocida como torre de Aragón, mandada construir por D. Manrique de Lara sobre una antigua atalaya islámica, y compuesta de una torre de planta pentagonal rodeada de una muralla independiente.
Del segundo recinto amurallado partía un tramo que comunicaba con la muralla urbana, del que resta algún elemento restaurado, como una de las torres que flanqueaban la antigua puerta del Baño.
Un exhibición de arquitectura religiosa
Accediendo a la ciudad, visitamos la iglesia románica del Convento de Santa Clara. De depurado estilo románico, data de la primera mitad del siglo XIII. Muestra un rotundo ábside semicircular de sillería de caliza rojiza, segmentado por altas semicolumnas flanqueadas por pares de delgadas semicolumnas. Tan solo tres ventanas asaeteadas en arco de medio punto, compuestas por única arquivolta plana y guardapolvo, y flanqueadas por comunillas de sencillos capiteles vegetalizados, permiten el acceso de algo de iluminación a su interior.
La preciosa portada románica, quizá excesivamente restaurada, muestra influencia de maestros franceses en su configuración de cinco arquivoltas de medio punto, con columnas rematadas en sencillos capiteles vegetalizados idénticos entre sí, hallándose todo este conjunto englobado por un alfiz de dobles columnillas que sustentan un tejaroz dotado de ménsulas.
Su planta es de cruz latina con transepto de brazos cortos y una sola nave cubierta por bóvedas de crucería ligeramente apuntadas, que anuncian el inminente estilo gótico.
El siguiente templo que visitamos está dedicado a San Pedro. Edificado originalmente en estilo románico, se reconstruyó en el siglo XVI, siendo de esta época la cabecera y el crucero, cubiertos con bóvedas góticas de terceletes.
El cuerpo de la iglesia, de cuatro tramos y tres naves separadas por arcos de medio punto sobre pilastras de estilo jónico, se construyó en la segunda mitad del siglo XVII, quedando su fachada principal inacabada, pero en la que destaca el arco carpanel de su atrio, y la espadaña, edificada en ladrillo.
El elemento más destacado de su interior es su fastuoso retablo mayor, datado en el primer tercio del siglo XVIII, de estilo barroco castizo.
De madera dorada y policromada, se compone de predela, un cuerpo con tres calles divididas por cuatro columnas de estilo compuesto, en cuya calle central destaca un magnífico templete-ostensorio, flanqueado por esculturas de San Pedro y San Pablo, y cuya hornacina central cobija escultura de la Inmaculada Concepción. Esta advocación mariana es de gran veneración en esta ciudad, ya que por bula del Papa León X otorgada en 1518, se celebra la noche del 7 de diciembre una excepcional Misa del Gallo, y las familias molinesas se reúnen en una celebración que preludia las inminentes fiestas navideñas.
El segundo cuerpo del retablo, con forma de medio punto para adaptarse a la forma del cascarón del ábside, se divide igualmente en tres calles, mostrando su calle central imagen de San Pedro sentado en su cátedra, y coronado por la tiara papal.
El siguiente templo molinés que visitamos es el principal de la localidad, la iglesia de Santa María la Mayor de San Gil. Edificada en el siglo XVI sobre un templo anterior románico del siglo XII, se compone de planta de salón de tres naves separadas por arcos de medio punto sobre los que discurre un andito. La nave mayor se cubre por medio de bóveda cañón con lunetos y la capilla mayor por una cúpula semiesférica de gallones.
Es en este ámbito precisamente donde encontramos el elemento mueble de mayor valor artístico del templo, su retablo mayor.
Procedente de la antigua población de El Atance, sumergida bajo las aguas del embalse del mismo nombre, se colocó en este templo en 1980. De estilo post-escurialense o protobarroco, y realizado en madera dorada y policromada en el primer tercio del siglo XVII, –“ACABOSE EN MAIO DE 1620”, indican dos cartelas circulares que rematan sus dos calles laterales- se compone de predela, tres cuerpos y ático, y cinco calles separadas y delimitadas de abajo a arriba por columnas de fustes estriados en forma helicoidal de orden toscano, jónico y corintio, respectivamente.
Le ornan un conjunto de bajorrelieves que representan pasajes de la vida de Cristo y esculturas de santos, todos ellos culminados por el tradicional Calvario. De autor desconocido se atribuye a miembros de la Escuela de Sigüenza.
La Molina civil y la judería
Recorriendo la almendra medieval de Molina, damos con su espacio más emblemático, la Plaza de España, antiguo ámbito de comercio, reunión social y festejos de la localidad.
Su banda norte conserva un notable ejemplo superviviente de pretil adaptado para contener tiendas, las célebres “covachuelas” tan habituales en las poblaciones castellanas de los siglos XVI y XVII, y de las que perviven escasísimos ejemplos en nuestras renovadas ciudades.
En el extremo occidental observamos la principal edificación civil de la ciudad, el Ayuntamiento (foto 7); muy reformado, conserva de su apariencia primitiva la planta baja, de paramentos compuestos de sillares y sillarejos hábilmente encajados, y vanos recercados en sus dinteles por sillares engatillados.
Esta plaza sirve de ámbito introductorio a la antigua judería de Molina, que se extendía desde la calle de Abajo, hasta la parte inferior del castillo-alcázar, ámbito este último en el que se han excavado los restos de la antigua sinagoga.
Algunas de sus casonas muestran en su parte inferior recios muros de mampostería horadados por ventanas de arco conopial, muy característicos del siglo XV. Otras muestran mayor economía de medios materiales, empleando el adobe enfoscado en sus fachadas, entreverado por vigas vistas, mostrando la viga central horizontal en el caso presente signos de escritura cúfica árabe.
Caminamos junto al río Gallo, cruzado en esta zona del barrio hebreo por una magnífica construcción románica: el puente viejo. Construido en el siglo XIII en sillería de arenisca roja, se compone de tres arcos escarzanos y dos tajamares aguas arriba.
Finalizamos la visita –solo de momento- porque sabemos que nos quedan muchas maravillas que descubrir en próximos paseos, y queremos saborearlas a pequeños sorbos.
(*) Julio Real es cofundador y redactor de la revista digital La Gatera de la Villa.